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Eloy Méndez

El lobo

Ha tenido que regresar el lobo a Illas, diezmando un par de rebaños de ovejas y cabras, para situar en un efímero primer plano a los cientos de vecinos que habitan las zonas rurales de la comarca, mucho más acostumbrada a mirar hacia el mar y la fábrica que hacia el monte y el tractor. Son los grandes olvidados porque su condición de minoría a dos pasos de los semáforos y las aceras les hace más vulnerables a las promesas incumplidas de los políticos. Hizo bien el alcalde, Alberto Tirador, en salir de inmediato a reivindicar compensaciones del Principado para paliar los estragos lupinos, consciente de que en el mundo agrario hay que gritar alto y rápido para ser escuchado. Sea por unas reses muertas o, por ejemplo, por la mejora de los sistemas sanitario y educativo, que en estas zonas son posibles gracias al milagro diario que hacen los médicos y los profesores de aldea.

Taza y media

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