Se dice que en política vale todo. Incluso prácticas sancionadas por el Código Penal o contrarias a la ética social, pero es rechazable la ingenuidad. Pudiera parecer una obviedad, pero cuando de forma reiterada, contra la lógica, se hacen acuerdos, se toleran desplantes y no se exigen cumplimientos de sentencias a quienes buscan de manera continuada el derribo del Estado, hay motivos para sospechar que la aparente ingenuidad de las instituciones, partidos y políticos, representa una ingenuidad dolosa o evidencia que se transige con el daño para mantener intereses particulares.

Ahora mismo, estamos contemplando reacciones muy débiles del Estado para cortar planes en Euzkadi y Navarra de clara intencionalidad separatista. Es una ingenuidad dolosa negociar que con nuevas concesiones se calmarán sus propósitos de escisión. Hay cuarenta años que así lo confirman y ahora vuelven a la carga aprovechando el desafío golpista en Cataluña.

El lendakari Urkullu anda hostigando al Gobierno, exigiendo traspasos de más competencias a cambio de retrasar nuevos órdagos independistas. La presidenta de la Comunidad Foral de Navarra, la incompetente Uxue Barkos y su Gobierno cuatripartito están empeñados en implantar la ikurriña de Sabino Arana en ayuntamientos, arrinconando la propia del antiguo Reyno de Navarra, al mismo tiempo que emprenden una guerra lingüística y vuelven los episodios de kale borroka.

Uxue Barkos y Geroa Bai, sucursal del PNV, andan acelerando una campaña para propiciar que Navarra haga uso de la disposición transitoria cuarta de la Constitución Española, que autoriza al Parlamento Foral de Navarra a convocar un referéndum -único caso en la Constitución- para que el pueblo navarro decida si quiere, o no, incorporarse al País Vasco. Este referéndum no necesitaría autorización previa del Gobierno y aparentemente no significaría la secesión de España. Los nacionalistas buscan, con la pretendida incorporación de Navarra al País Vasco, avanzar en la creación del proyectado estado de Euzkalerría, que ahora es inviable al tener su base solamente en tres provincias. El mismo Otegui ha declarado: "Navarra o nada".

Al igual que el golpista Puigdemont, tanto Urkullu como Barkos pretenden internacionalizar su aventurismo que daña la imagen y la estabilidad de España. Ambos han remitido documentaciones a representantes diplomáticos de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia, México, Alemania y otros países, buscando apoyos para sus independentismos. Urkullu no ha tenido empacho en viajar a Quebec para recibir consejos separatistas. Dentro de España están promoviendo reuniones y un conjunto de acciones para explicar su envite a la unidad de la nación.

En Navarra de momento los planes de Uxue Barkos tienen un apoyo limitado entre los navarros, menos del 25% según encuestas, pero la agresividad propagandística de los radicales no cesa y los opuestos a la absorción no se hacen notar lo suficiente.

La aventura de Puigdemont polariza toda la atención política, pero sería un tremendo error no contener los otros intentos que también ponen en peligro la estabilidad del país. Ha llegado la hora de reducir a las políticas nacionalistas y poner fin a sus chantajes.