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Gobernar Avilés a la contra

Los obstáculos para una alianza de progreso en respuesta al secretario general del PSOE

El pasado domingo, LA NUEVA ESPAÑA publicaba una entrevista al secretario general socialista. En ella, Fernández Huerga se despacha a gusto vilipendiando a los grupos municipales de la izquierda, al tiempo que no emite ni una sola crítica hacia la derecha o las políticas de derecha.

De tan beligerantes declaraciones hacia quienes, al menos ideológicamente, deberíamos ser sus interlocutores prioritarios, se deduce cual es el verdadero motivo que imposibilita una alianza de progreso en Avilés. El PSOE está empeñado en gobernar Avilés en contra de las organizaciones situadas a su izquierda. El desliz que mejor delata esa voluntad de exclusión es su categórica afirmación de que los socialistas tienen una línea política definida y que no están dispuestos a modificarla. Vamos, como las lentejas.

Hagamos cuentas. Votos obtenidos en las últimas elecciones municipales por el bloque del cambio (Somos, IU y Ganemos): 14.433. Votos obtenidos por el PSOE: 10.901.

Cuando una parte mayoritaria del electorado progresista te da la espalda, de nada sirve recurrir al "sostenella y no enmendalla", ni a la prepotencia del ordeno y mando; creo yo que más bien sería el momento de redefinir estrategias y líneas políticas. En teoría, ese es el camino que el PSOE mayoritariamente ha decidido emprender fuera de Avilés, tanto a nivel estatal como regional.

Con respecto a Izquierda Unida, Fernández Huerga afirmaba: "El PSOE e IU gobernaron en coalición durante ocho años en Avilés y se avanzó mucho". Para después sentenciar que dicha unidad de la izquierda es ahora imposible ya que "ha habido un giro en las políticas de IU".

Vayamos por partes.

Yo, al igual que Fernández Huerga, participé en esa experiencia de gobierno compartido que se dio en Avilés entre 2007 y 2014 y coincido con él en que aquel fue un buen gobierno, que aportó estabilidad política y realizó una gestión globalmente positiva. En Izquierda Unida, nos sentimos muy orgullosos, por ejemplo, del trabajo realizado en la puesta en marcha del salario social.

Pero ahí se acaban las coincidencias. La causa de la ruptura de esa fructífera alianza de la izquierda no fue un giro en las políticas de Izquierda Unida, como arguye de forma peregrina Fernández Huerga. Como todo el mundo sabe, en Avilés, el verdadero detonante de aquella ruptura fue la privatización del agua que el PSOE promovió con el apoyo del PP y ASIA. Aún hoy, esa apuesta socialista por desmantelar la plantilla municipal para convertir los servicios públicos en un negocio lucrativo para las empresas privadas sigue siendo uno de los principales elementos de confrontación política entre nuestras dos organizaciones. Leyendo entre líneas la entrevista, también se desprende el nulo talante negociador para con la izquierda con el que la cúpula socialista afronta la negociación de los presupuestos municipales para 2018. Por muy enemigo que sea un posible interlocutor, uno no lo insulta justo antes de sentarse a empezar negociar con él; a no ser que se quiera reventar toda posibilidad de acuerdo, por supuesto, que para mí, con toda certeza, es lo que el portavoz socialista pretende.

Un dirigente socialista sensato que de verdad quisiera llegar a un acuerdo presupuestario de la mayoría de izquierda que existe en la corporación avilesina, en vez de embarrar el terreno de juego con declaraciones pendencieras, debería tomar buena nota de la sutileza y la prudencia que están exhibiendo en su negociación presupuestaria los dirigentes de la FSA. Al menos, desde Izquierda Unida haremos públicas unas propuestas razonables para intentar negociar un presupuesto progresista.

Otros gobiernos en minoría, como el de Gijón, llevan semanas negociando sus presupuestos; mientras, en Avilés, a las puertas del mes de diciembre, no disponemos ni de un triste borrador. En eso debería emplear sus energías el PSOE, en presentar un proyecto presupuestario abierto a la negociación. Un partido que dispone de menos de la tercera parte de los concejales (8 de 25), no puede pretender imponer el 100% de su programa político. Por eso, la negociación es obligada y, además, como es sabido, negociar es ceder. El objetivo de un gobierno responsable debería ser sacar adelante un proyecto presupuestario mayoritariamente compartido en la corporación, que contribuya a impulsar el desarrollo económico y social de Avilés.

Esperamos sinceramente que el PSOE no opte por profundizar en el atolladero político en que se encuentra Avilés, aprobando su presupuesto mediante una moción de confianza. Una actitud tan irresponsable envenenaría aún más las relaciones políticas entre los grupos de la izquierda y abonaría el terreno para la victoria de la derecha o para una situación políticamente tan grotesca como la que se da en Gijón.

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