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Silencio y acoso sexual

Reflexión sobre los casos que han salido a la luz por parte de actores y actrices de Hollywood

Igual que una bola de nieve, que crece y crece, resulta que, en apenas dos meses, han salido a la luz más casos de acoso sexual que no sé en cuantos años. Todo empezó en Hollywood, con las acusaciones a Harvey Weinstein, Kevin Spacey y Brett Ratner, y luego fue extendiéndose hasta llegar a la coincidencia, aquí en España, con el juicio a La Manada, por lo de Pamplona, y lo de esos imitadores que acaban de ser encarcelados, en Aranda de Duero, por abusar de una menor.

Esos casos, y su coincidencia en el tiempo, han provocado una movilización social sin precedentes contra el acoso y el abuso sexual. Es como si la sociedad despertara, dijera basta y no estuviera dispuesta a seguir siendo cómplice de ese secreto a voces que ha estado protegido por una espuria y sin embargo longeva ley del silencio con validez universal. Por una cultura que nos ha llevado a tolerar comportamientos que eran vistos como normales en todos los estamentos de la sociedad. En esto no hay diferencias, está demostrado que los casos de acoso y abuso sexual se dan en ambientes de ricos y pobres, entre gente de mayor o menor cultura y en empresas públicas y privadas.

Siendo así, quien acosa no es más o menos culpable si lo hace de forma elegante, inteligente y morbosa o en plan torpe y vulgar. Tampoco si el acoso se produce sobre una persona rica o pobre, anónima o socialmente famosa. La consecuencia final es la misma. La diferencia tal vez esté en las posibilidades de reacción de la víctima.

Y aquí es donde cabe plantearse algunas cosas. Cabe que nos preguntemos por qué nadie, de toda esa gente importante, sobre todo los actores y actrices de Hollywood, denunció en su momento y ahora lo hacen a espuertas.

Estoy de acuerdo en que la vergüenza, el pánico, el miedo a perder el trabajo, o a ser rechazados por el jefe, el grupo social, la pareja o, peor aún, por todos, son puntos que justifican, en buena medida, su silencio, pero me niego a considerar que las celebridades que, después de treinta años, denuncian acoso sexual sean tratadas como héroes. Héroe es la mujer anónima, la trabajadora que se rebela y denuncia lo inaceptable y aberrante de un jefe que utiliza su poder y su jerarquía como coacción para lograr un favor sexual.

Coincido, por supuesto, en que bienvenida sea toda esa gente rica y famosa que se suma a la causa y contribuye a que se cree una mayor conciencia social. Pero veo con cierta perplejidad que salgan, ahora, en defensa de la virtud quienes han vivido décadas participando en esos ambientes en los que se tenía por normal que valía todo y cualquier cosa con tal de alcanzar la fama, ganar mucho dinero y mantenerse entre la gente a la que, desde hace dos meses, señalan con el dedo. Esas incontables víctimas -cada día aparecen más- han pasado décadas siguiéndoles el juego a los agresores y parece que ni una sola comentó nada a sus compañeros ni, por supuesto, se atrevió a denunciar hasta que llegó, casi, a la jubilación.

Insisto en que celebro que, gracias a los casos de Hollywood, se haya creado una mayor conciencia social, pero me enfada que se ponga como ejemplo el silencio y la hipocresía de quienes han permitido la impunidad.

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