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Vita brevis

Mayorinos

El año empieza prometedor: una jocosa incursión a los neveros del Angliru y un preso "resucitado"

Año de nieves, año de bienes. Es este un refrán bien antiguo, propio de la sabiduría adquirida por los antiguos rústicos, que por algo la agricultura es la primera y principal de las culturas, aunque administrativamente dependa de otros ministerios, consejerías y concejalías.

Con el aprendizaje del cultivo del agro fue como unos primates que pululaban por la Tierra comenzaron a adquirir la condición de humanos. De modo que la agricultura es el germen de que unos simios se convirtieran en humanos, de que surgiera el mundo aprehensible y de que la materia tuviera conciencia de su propia existencia. Ahí es nada.

En esa función de dominar las plantas, los agrícolas alcanzaron a conocer que los años en que nevaba cumplidamente resultaban benéficos, pues a la postre los ríos bajarían crecidos con el deshielo y, con la abundancia de agua, los cultivos brotarían ubérrimos. Ahora los urbanitas andamos alejados de esas experiencias ancestrales y así nos va, atascando autopistas por una nevada que no tiene ni nombre.

La nieve no es más que la precipitación de agua congelada, que se agrupa en copos y cuyos pequeños cristales cuentan con seis brazos con protuberancias de una bella simetría. La nieve se precipita con menor o mayor intensidad, pero siempre de forma abierta y suave, por lo que al común se le antoja amable. Raro será el niño y, por qué no, el adulto desinhibido al que no le atraiga jugar con ella.

Asturias inauguró el año con unas buenas nevadas, siquiera sea en las agrestes alturas de sus montañas. Promete ser por tanto un año de bienes, aunque no se aprueben los presupuestos regionales, que tal vez sea lo mejor, ya que hay políticos que son peor que el demonio, que en la oreja te está diciendo: deja misa y rosario, sigue durmiendo.

Así las cosas, es perfectamente comprensible que unos mocetones mayorinos de la Cuenca hayan querido subir al Angliru en camisa y escarpines, que es como dirían las crónicas que harían los antiguos pobladores de los castros celtas para disfrutar holgando por los neveros. No se crea, porque los muchachos iban bien modernizados con las prendas de marca y en un vehículo todoterreno que, no obstante, quedó atascado porque, siendo cuatro por cuatro, de forma indefectible quedó en dieciséis.

La ridícula hazaña frustrada de estos mayorinos con la nieve ha sido recogida en todos los noticiarios y se ha expandido jocosamente por las redes sociales, con la benéfica consecuencia de que por doquier se hablase de las Asturias de Oviedo que, por otras cosas, no hay manera, que ni por las corruptelas, salvo una temporada que las puso en el candelero la provecta heroína de la Pola contra el Impuesto de Sucesiones.

De modo que ya ven que pinta bien la cosa este año, que gracias a la nieve Asturias se ha despertado de la siesta y se ha levantado de la mecedora, aunque don Javier Fernández no lo haya hecho, por lo que hay que estarle agradecidos, ya que no hay mayor virtud en un político que la de no molestar.

Tan extraordinariamente bien ha principiado el año que nos ha regalado hasta un milagro portentoso. Un hombre muerto, lo que es incontestable porque lo dijeron tres médicos, resucitó ante el escalpelo del forense que le iba a hacer la autopsia, que es cosa que últimamente no se veía mucho desde la resurrección de Lázaro.

Todo esto acontece a primeros de este 2018. Imagínese cómo acabará, con lo mayorinos que somos por aquí, que en él vamos a celebrar 1.300 años de la fundación del Reino de Asturias, que es España, y lo demás, tierra conquistada a los moros.

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