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Toda una vida

Un maestro de aquí

Rodolfo Suárez se empapó a comienzos de los 70 de las enseñanzas de los técnicos japoneses para convertirse en uno de los pioneros del kárate asturiano

Rodolfo Suárez, en la actualidad, en su gimnasio. En la fotografía de abajo, en sus inicios. NACHO OREJAS

Rodolfo Suárez Alonso (Oviedo, 16-11-1953) es un ejemplo para todos aquellos que aspiran a convertir una pasión en un medio de vida. Con apenas veinte años conoció el kárate y desde entonces le ha dedicado todas las horas del mundo. Primero le atrajo la mística oriental, que le llevó a subir el Naranco corriendo descalzo sin rechistar, y se imprengó tanto de aquel espíritu que es uno de lo más significados herederos de los maestros japoneses que pusieron la semilla en Asturias en la década de los 70. Rodolfo Suárez es un todoterreno del kárate porque ha destacado como practicante, técnico y, especialmente, árbitro. En 2011 se convirtió en el primer asturiano en lograr el octavo dan.

Un descubrimiento. Crecí en el barrio de Pumarín, en Oviedo, con lo típico de aquella época, el fútbol. Pero aquello no era lo mío, que no me cuadraba. También nadaba algo, en la piscina de El Cristo, pero por hacer ejercicio, no de una manera ordenada. Hasta que, con 18 años, descubrí el kárate. Sabía algo de él por películas y libros. Por esa época fui a una exhibicón de judo y kárate en el CAU y pensé que el kárate era lo mío. Lo vi más dinámico, más rápido, no había que agarrarse. Me pareció espectacular y muy efectivo. Así que al lunes siguiente me presenté en el gimnasio Takeda y empecé a entrenar. Se trabajaba duro y había mucha seriedad. Los maestros japoneses eran muy estrictos. Podíamos hacer mil repeticiones de una técnica de pierna, o de puño. Formé parte del grupo que fue la avanzadilla del kárate asturiano".

Los locos del Naranco. "Mi primer maestro fue Kojata. Estuve tres meses con él que me marcaron mucho. Al marcharse a Japón, en una cena de despedida me dijo que siguiera trabajando así porque tenía muchas condiciones para el combate. Vino otro profesor que era un especialista en kumite y nos metió mucha competición. Empecé a sacar resultados con un equipo con Elías Raúl Piedra, José Luis Prieto Mendez, Ignacio Rodríguez Fanjul y José Antonio López. Me entrenaba cada vez más: tres días aquí y dos en Gijón. Y los fines de semana iba a correr al Naranco. Nos tomaban por locos porque algunos días que corríamos descalzos, para fortalecer el espíritu, como nos decía Mishinori Kakuta. Había un concepto de obediencia muy fuerte en aquella época. Los que pasábamos ese filtro estábamos como verdaderos animales. De aquella fui al campeonato de España con cinturón verde, algo que ahora es impensable. Antes se permitía más contacto. En el primer campeonato de Europa de clubes, con el Takeda, perdimos el bronce injustamente. Con una patada frontal levanté al rival y cayó de bruces. Ahora sería un ippon, pero el árbitro se equivocó. En España llegamos a ser terceros, ganamos el torneo internacional San Isidro venciendo en la final a Madrid. Fue la avanzadilla de lo que ha venido".

Gana el kárate. "Trabajaba en una multinacional, Cartepillar, de 8 a 3, comía y a las 5 iba a una academia a recibir clase de cálculo mercantil y de máquina. A las 7 iba a entrenar. Teníamos capacidad de sacrificio. Me levantaba a las 7 menos cuarto para ir a trabajar. Entrenaba mucho. Fui ocho veces campeón de Asturias, bronce nacional, dos veces internacional, pero no fui un competidor de primer nivel. A los 30 años dejé la competición porque notaba que no sacaba resultados. Me enfoqué más en la enseñanza y, como quería conocer las reglas, al arbitraje. Empecé en el Gimnasio Urogallo con ni maestro, Takeda. Era tercer dan. Ya estaba más profesionalizado en el kárate, aunque seguía trabajando. Tuve algún problemilla con Takeda y me marché al polideportivo de Otero con 80 alumnos de los 90 del Urogallo. En Otero no tenía proyección de futuro, así que abrí mi gimnasio, el Taikum, en el que llegué a tener 190 alumnos. Así que pedí la cuenta en la empresa y me dediqué en cuerpo y alma al kárate".

Contra los atajos. Como tenía muy buenos competidores quería conocer todos los entresijos del reglamento. Me considero un técnico porque me encanta entrenar, pero empecé con el arbitraje y me enganchó. Por una serie de circunstancias arbitraba con mucha presión, pero tenía capacidad para superarla. Benjamín Rodríguez Cabañas entró en la federación y me incluyó en su equipo. He sido director técnico, vicepresidente, director de arbitraje y seleccionador. Muy pronto fui a un campeonato de España y arbitré finales. Con apoyo de Benjamín acudí al primer curso internacional, en Belgrado en 1997, y aprobé a la primera. Siempre tuve que remar contra corriente, pero lo canalicé por el lado positivo. Hice las titulaciones europeas y para juez mundial. Hay que tener talento, pero todo estaba sustentado por el trabajo y la seriedad. Por eso algunas veces me sale un rasgo conflictivo: con lo que me costó a mí conseguir lo que he conseguido, me rebelo contra los que toman atajos. La educación, la cortesía, la disciplina y el autocontrol, me han servido mucho en la vida. En el kárate hay un respeto tremendo hacia el árbitro y hacia el grado superior, forma parte de su idiosincrasia. Los niños saludan al entrar y tienen que pedir permiso. El kárate da un plus de seriedad y de disciplina porque está en el ambiente".

Hasta que el cuerpo aguante. "Llevo diez mundiales y doce europeos como árbitro. Tiene la misma trascendencia arbitrar un mundial de kárate que de fútbol. Si tienes un error, lo pagas. Me llena el arbitraje y también me encanta dar clase para ver cómo evolucionan los niños. Ahora tengo cuatro o cinco con proyección. Me falta que salga del gimnasio un campeón del mundo. En 32 años han pasado por allí miles de chavales. He formado a más de trescientos cinturones negros, campeones de España, medallistas europeos. Me gustan los retos y el arbitraje es un reto. Mi idea es seguir hasta que el cuerpo aguante. Entreno cinco días a la semana, hago kárate y preparación física. Pero soy un poco "friki" y a veces, si estoy en casa un fin de semana, pongo vídeos de katas o de una eliminatoria. Tengo un hijo que es segundo dan de kárate, pero no se entregó porque no tiene la pasción de su padre. Empezó a practicar contact-kárate y es un figura".

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