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El paragües

Envidia

Lo de París nos ha revuelto las tripas. Algunos valoran, y no les faltan argumentos, que Occidente no se ha portado correctamente con ciertos países musulmanes y proponen, como remedio, acciones distintas de las militares. El "buenismo" prende fácilmente en los corazones nobles y hasta suena agradable. Otra cosa es el resultado. Me viene a la cabeza la "Cruzada de los Niños", mezcla de historia y leyenda. En 1212, un iluminado planteó que la mejor forma para liberar Jerusalén era una cruzada de niños que con sus cantos, oraciones e inocencia convertirían a los musulmanes a la cristiandad. Y fueron miles. No hace falta decir que la cosa acabó como el rosario de la aurora. Estos días en mí, junto a la indignación, prendió la envidia. Envidia al pueblo francés que, dando muestra de una unidad aquí ausente, convirtió sus lágrimas en estruendoso torrente. Acontecimientos más graves tuvimos en España y nos perdimos en buscar culpables fuera de los reales y en instrumentalizar políticamente la sangre todavía caliente. ¡Qué pena!

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