Resulta impactante la imagen del memorial de los fallecidos en accidentes en la historia de Hunosa. Las placas en el pozo Sotón con las 540 víctimas contienen nombres de esta comarca, una tierra que entrega vidas en las minas muchas generaciones antes de constituirse Hunosa. Cada nombre es una historia, una familia, un recuerdo.
El monumento del Sotón da pie a recordar a muchos pero quiero hacer memoria aquí de algo que me ha marcado. Un testimonio sencillo de un compañero de la escuela que continúa presente en el recuerdo de muchos. José Alfredo Fernández Marcos, de La Fragua, a la entrada de San Julián de Bimenes cuando se va desde Nava. Era niño y parecía un adulto. Es formal, se decía. En séptimo de EGB, grupo A, él ocupaba uno de los pupitres de las últimas filas por orden alfabético. "Roxu", fuerte, grueso, vital y con ganas de vivir. Se podría pensar que llevaba grabado en los genes el ser minero. Pronto cambió la escuela por el taller. Desde que salimos de las aulas de Nava nunca nos volvimos a ver. Fue un 22 de diciembre de 1989 cuando nos encontramos. Teníamos 25 años. Se cruzaron nuestros caminos en Tuilla. Entre cánticos de los niños de San Ildefonso, mientras esperábamos a los afortunados de la lotería de Navidad por Asturias, se produjo un incendio en el pozo Mosquitera. La jornada que iba a ser de millonarios acabó de muertos. Cuatro mineros fallecieron a consecuencia de una explosión y un incendio en el interior del pozo. Aquella explotación nunca más se recuperó. Al tomar nota de los nombre de los fallecidos para aquella triste crónica navideña no percibí hasta llegar a Nava que José Alfredo Fernández, el "roxu" de La Fragua, el que se sentaba atrás en clase, era uno de ellos. No pertenecía a Hunosa. Era empleado de una empresa auxiliar, que ya empezaban a despachar demasiado tajo. Supongo que José Alfredo cuenta con una placa blanca en esa negra lista del Sotón. La merece. Como los demás y algunos otros que, sospecho, se han quedado fuera.
