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El Termómetro

Los del medio

La superpoblación veraniega en Asturias

El pasado fin de semana fui a una playa de Llanes de cuyo nombre no quiero acordarme y cuando pisé la arena casi caigo de culo. La playa estaba preciosa (como siempre) y hacía un buen día de sol (como casi nunca). Y estaba llena. Pero muy llena. Tipo viñeta de Mortadelo y Filemón. Pensé entonces en las paradojas de la vida. Ahora que todo está bien, tan bien está que acaba por estar mal.

Han sido las mejoras las que han empeorado la playa: una autovía que te planta allí desde el centro de Asturias en un suspiro y una zona de aparcamiento impresionante. El acceso es maravilloso: llegas, aparcas y a la arena. Ese es el problema. Si no fuera así, nadie iría un sábado desde la Pola hasta Llanes. El viaje sería una locura. Ahora la cosa se ha dado la vuelta: ir es fácil, la locura es quedarse.

Lo de morir de éxito es extraño y tiene muchas variedades. Están esos parques de atracciones en los que te ves crecer la barba mientras haces cola para subirte a un tobogán que te deja donde estabas pasado un minuto y medio, y está lo contrario, esas playas bien dotadas y masificadas a las que uno llega rápido para estar en una especie de cola perpetua. Lo cierto es que en el caso de Llanes que acabo de contar llevé a unos amigos de fuera que no conocían la playa y quedaron fascinados con el paisaje. Aquel día, por esa circunstancia, mereció la pena. Pero solo aquel día. Nunca mais.

La gente a la que le gusta el barullo, la vidilla que da estar rodeado de otros a los que fisgar, lo tiene cada vez más fácil. Y yo diría que los misántropos también. Tienen más que justificado huir de las masas. El problema lo tenemos, como siempre, los del medio, con nuestra maldita y cada vez más inútil moderación.

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