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Mil palabras para una imagen

Condena por vecindad

Sobre la propuesta de derribar el edificio de la estación de autobuses de la Pola

Últimamente he descubierto que hay gente que está en contra de que se derribe el edificio de la estación de autobuses. Aunque no podría decirlo al cien por cien porque no soy adivino, tengo para mí que la protesta está relacionada con el servicio. Es decir, que creen que lo van a tirar todo y dejar a la gente en la calle. En realidad, aunque no hay nada definitivo, la idea que más ha cuajado es la de cargarse la parte de arriba para prolongar la plaza del paraguas en una terraza, bajo la que estarían todos los servicios que hay ahora. La estación de autobuses seguiría en su sitio pero los autobuses entrarían por abajo, y arriba se ganaría espacio para el peatón.

La imagen que acompaña a estas líneas explica perfectamente por qué hay buenas razones para cargarse esa parte alta del edificio. El espacio bajo el paraguas de Ildefonso Sánchez del Río queda cegado, de forma que apenas entra la luz. Por su vecindad, la estación de autobuses estropea completamente uno de los pocos iconos que nos quedan. Además, si se hace el proyecto al completo, se gana un espacio peatonal estupendo. Hay que decir, no obstante, que las vistas desde la plaza no van a ser espectaculares, ni mucho menos. Esta terraza estará asomada a un aparcamiento de autobuses y a dos torres de viviendas entre las que se ha conservado parte de otro edificio de Sánchez del Río.

Es lo que tiene el urbanismo. Cuando metes la pata con un edificio, es difícil volverse atrás. En primer lugar, porque casi siempre va a haber alguien que lo esté usando. Y no conozco a nadie que entre tener una casa fea y no tener casa elija no tener casa.

En segundo lugar, porque has invertido pasta en una obra y ahora tienes que invertir en tirarla abajo y levantarla otra vez. Eso se permite en casos muy excepcionales. Pero ahí están los ejemplos, y en el caso de la Pola ya hay un precedente relacionado con Sánchez del Río. La reforma de la plaza cubierta de los ochenta costó una pasta y fue un error; entonces, se tiró abajo y se volvió a hacer. Costó tirarla y costó rehacerla, pero ahí está. En este caso, va a tener que ser lo mismo. Si no tuviera un vecino tan ilustre como el paraguas, la estación sería un error como tantos otros. Estando donde está, merece la pena cargársela sin contemplaciones.

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