En el 25.º aniversario del Museo Antón escribí en el portfolio el artículo "Destacados y Destacables" dedicado a la extraordinaria obra que el gran artista local dejó a su pueblo. En él también me refería a dos autores que merecían, a mi juicio y seguramente al de la mayor parte de los candasinos como quedó demostrado en esta misma semana, un reconocimiento público. Uno de ellos era Alfredo Menéndez y el otro Vicente Santarúa. El bagaje de la obra de Antón ha servido para hacernos sensibles con el arte y con nuestros artistas locales y esa sensibilidad debe extenderse a valorarlos por sus merecimientos e identificación local.

Dicen que la cultura de los pueblos la conforman las personas que los habitan. Qué suerte la de Candás de tener artistas de este nivel. Antón hace tiempo que nos dejó y Alfredo lo acaba de hacer, pero fijando su residencia definitiva en Candás, el pueblo que tanto quiso y al que dedicó lo más importante de su obra. Una obra que comprende una muestra de arte local impresionante. Fuera de matices y discusiones. Fijando el pueblo como un museo abierto para el disfrute de todos, pero especialmente de los candasinos. Con una referencia constante a los momentos más destacados de su historia, evocando los hechos más significativos. Con una persistente representación de escenas cotidianas y personajes populares con las que enfatizar los fuertes signos de identidad local. Desde los murales de la "bodega" de Albo a los retratos que están colgados en el inacabado museo marinero de la fábrica Ortiz, discurre una obra con constantes referencias a los hechos sociales y culturales más sobresalientes.

Como el que se encuentra en la iglesia de San Félix que, aunque no sea el más referenciado del artista, quizás por no estar al aire libre, tiene un alto valor emocional para los pescadores por quedar representado el desembarco en el puerto de Candás del Cristo más venerado de Asturias, que fue encontrado por los bravos marineros locales en las costas inglesas durante el reinado de Enrique VIII. Seguramente por la influencia de este mural, siempre me imaginé los techos y las paredes de la restaurada capilla de San Antonio con sus pinturas. ¡Qué oportunidad perdida! En Alfredo se juntaban la bondad y la belleza, con un arte sencillo, evocador. Un arte comprensible en una etapa de arte incomprensible. Dibujando como a todos nos gustaría hacerlo. Fijando como motivo insistente la Historia de su pueblo de la que ya pasa a formar parte y que se ha hecho más grande al distinguirle recientemente.

Alfredo se ha ido dejando una muestra de arte que, por encima de cualquier calificación especializada, resulta entrañable para todos los candasinos. Ahora quedaría pendiente descubrir su obra más emblemática, la que está ocultada tras un muro de azulejos en el Paseín y que pintó con motivo del Centenario de la Salve Marinera, con tanto arraigo en el pueblo. Este será el mejor reconocimiento póstumo que se le pueda hacer.

Querido Alfredo, era evidente que tenías el cariño de la gente de tu pueblo. Te lo dije en el mensaje que te envié el día de tu nombramiento como hijo predilecto y que reproduzco para terminar mi artículo: Es mucho lo que te debe este pueblo y es de justicia que el Ayuntamiento te distinga como ya hace tiempo lo hemos hecho muchos candasinos, Enhorabuena y un fuerte abrazo.