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Párroco de Castiello

El milagro de Castiello

Crónica personal de la visita del arzobispo por la fiesta de Santa Lucía

Los miércoles, todos los pueblos de la Marina giran alrededor de Villaviciosa porque es el día de mercado. Así ha sido siempre y seguirá siendo por los siglos. Pero este miércoles teníamos la fiesta de Santa Lucía y también la visita pastoral del Arzobispo. Y la gente se ha ido acercado hasta Castiello porque hacía muchos años que no venía un obispo, y la expectación se nota en el ambiente.

El cronista anota en su viejo bloc la historia de este miércoles, trece de diciembre, fiesta de Santa Lucia, en la parroquia de Castiello. Así que cojo mi bolígrafo y escribo lo que me ha llamado la atención.

-A las doce de la mañana mucha gente de los pueblos vecinos llena la iglesia, cuando todavía falta media hora para la misa. El coro de Villaviciosa ensaya algunos cánticos, y el párroco recuerda que apaguen los móviles y ensaya la oración que se va a rezar al final de la misa, con motivo de la fiesta de Santa Lucía.

-Un poco antes de las doce y media, una señora de Gijón, Begoña Ordieres, se desmaya por el exceso de calor y por un bajón de tensión. La tumbamos en un banco y avisamos a la médico de Venta las Ranas, que rápidamente se hace presente y la recupera hasta que llegan los del Samur y se la llevan.

-A las 12.30 en punto llega el arzobispo, saluda a la gente, la bendice, habla y escucha. La iglesia está impecable, adornada con claveles blancos y margaritas. Estamos en adviento, pero hoy es Santa Lucía y se nota la alegría por las flores que adornan la iglesia. Y pienso en don José García, el párroco que estuvo aquí más de cuarenta años, lo contento que estaría viendo a la gente contenta y rezando como antaño.

-A la una comienza la misa, debido a que había que recuperar a Begoña Ordieres de su bajón de tensión. Y el coro de Villaviciosa, con sus voces varoniles, timbradas, fuertes, se lanza con "Pueblo de reyes, asamblea santa, pueblo sacerdotal".

-El altar está limpio, cuadrado, con dos sobrios candelabros y un Cristo misericordioso, al que le tienen devoción en este pueblo. Todos somos pecadores, y pedimos perdón. Y viene San Pablo escribiendo a los romanos, y nos recuerda que "nada nos separará del amor de Cristo". Y en el Evangelio el apóstol teólogo nos habla del grano de trigo que tiene que morir para dar fruto.

-En la homilía, la voz del arzobispo rueda con calma por los altavoces de Castiello. Y nos cuenta una pequeña historia que sucedió en Gualupe. También se llamaba Lucía y estaba ciega, y era su padre el que le contaba lo que pasaba a su alrededor, la belleza del paisaje y las sonrisas de los niños. Y es que nuestros ojos no están para dominar, están para dar. Y si se atrevieran a creer, la felicidad se nos daría por añadidura.

-Y llegamos a la consagración, y el silencio se corta. Y se escucha otra vez "Haced esto en memoria mía". Y después los dos gaiteros de Gijón, Ángel y José María, tocan la marcha real, y mucha gente se emociona. En la comunión, el coro nos envuelve con su música y canta "Cerca de ti, Señor". Y veo a la gente recogida, centrada, como en los buenos tiempos.

-A la una cuarenta y cinco comienza la procesión con Santa Lucía hasta la capilla, cercana a la rectoral. Van la cruz y los ciriales, que los llevan tres mujeres; luego la Santa, detrás el arzobispo, el párroco y otro sacerdote más. Y, finalmente, el pueblo, mientras suenan las campanas y el gaitero entona "Aires de Asturias".

-A las dos, todos, hombres y mujeres, mayores y pequeños, están invitados a sidra dulce, pastas, empanada, y cacahuetes, porque no se han podido encontrar castañas, como es tradición, por estar muy escasas. Tampoco se ha podido hacer la subasta tradicional del ramu, porque va escaseando la gente que hacía estas cosas en otros tiempos.

-A las dos y media vamos con el arzobispo, don Jesús, a visitar a la madre de Cristina, de 93 años, y en casa se arma un poco de revuelo porque los dos perros pekineses se ponen nerviosos por la novedad. Y la madre de Cristina, al ver al arzobispo, está tan contenta que nos dice que se le han ido los dolores.

-Todas las historias tienen un inicio, un nudo y un desenlace. Y yo lo he contado casi todo, pero me falta el desenlace. Se hace tarde y el periódico está esperando. Pero el mejor desenlace sería responder a la pregunta: "¿Qué pasa en un pueblo cuando los visita el obispo"? Yo lo he preguntado, y un paisano me ha respondido: "Este hombre nos ha devuelto un poco de la alegría de vivir". Y este pequeño milagro, don Jesús, lo ha dejado en nuestras manos. Ahora nos toca a nosotros multiplicarlo todos los días.

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