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El cogollu

Pepe Acebo y los masones

Cuatro generaciones familiares y un alcalde republicano

Llegar a Nava siempre resulta reconfortante. Ha habido grandes cambios, pero hay vidas que permanecen inmarcesibles. Es la estampa tradicional de José Acebo Mijares, Pepe el de Acebo, que sigue vigilante en su atalaya contemplando la realidad naveta. Pepe, de 81 años, es saludador y agradable en su recibimiento. Ahora sufre en el alma la dolencia que mantiene en casa a su esposa, María Teresa Ramos, la en otro tiempo activa y emprendedora Tere la de Acebo. Como agradador es su hijo Gustavo, antiguo compañero con su hermano José en aulas de la Academia de doña Aurora Solares.

Siempre de buen humor, Pepe, desde la esquina de la calle Luis Armiñán con El Rulo, donde se habían establecido la Farmacia Acebo y su vivienda familiar, ha sido testigo de la historia reciente de Nava. Pepe perdió a su padre cuando tenía 19 años. Es hijo de Gustavo Acebo Pelayo, un doble titulado, veterinario y farmacéutico, con posesiones en Sariego, que fue alcalde republicano en Nava. Acebo prefirió ejercer en la botica más que con los animales. Era masón y sufrió a las otras fieras por la derecha y por la izquierda.

El cura de Cuenya casó a Gustavo Acebo con Trinidad Mijares Díaz, de Verdera, allá por 1933. El sacerdote, que fue asesinado en la Guerra, tuvo menos suerte que el boticario masón, que se ocultó en Peñamayor.

Una cuarta generación de Acebo, las hijas de José y Mayje Castro, Marina e Isabel, brillantes estudiantes, encarnan los nuevos tiempos. Son protagonistas de una historia propia que conserva su memoria en Nava.

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