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Desde la Meseta

Entramos en pereza

Los automatismos de los inventos modernos

Yo creo que desde que la Real Academia de la Lengua Española permitió o autorizó poner septiembre sin la "p" y también psicólogo sin la misma letra, aprovechamos la oportunidad de agarrarnos a un clavo ardiendo y suprimir o cambiar un montón de cosas de forma manual o mecánicamente.

Así, por ejemplo, en los coches comenzó a imponerse el cambio automático, si llueve comienzan a funcionar los limpiaparabrisas por sí solos, si entramos en un túnel la luces se encienden ellas mismas y después se apagan cuando llegamos de nuevo a la claridad del sol sin nuestra intervención. Y así unas cuantas cosas más.

Una vez me vi envuelto en una tonta discusión con una señora que presumía de tener desde hacía años todas esas mejoras (realmente tenía un "cochazo" y nada comparable al mío por muy moderno que fuera), y me manifestaba lo necesario que es el tener todos estos automatismos. Yo "defendía" la manualidad de las cosas y sobre todo conduciendo. Eso, según esta era tan moderna, nos sentamos en el coche y decimos: "Manolo, llévanos a tal parte". Y Manolo no nos lleva, claro, en tanto nosotros no manejemos el vehículo con la soltura que se precisa y con unas manos y unos pies que para eso están.

Lo dicho, la pereza nos invade en todos los órdenes de nuestra puñetera vida. La olla a presión se inventó por alguna razón, el ordenador por necesidades numerarias, la aspiradora para anular el sacudidor de alfombras y absorber el polvo del suelo, la nevera en sustitución de la típica "fresquera", la lavadora para no ir hasta un lavadero municipal o el río más cercano. ¿Quieren más? Pues sí, hay más que nos queda en el tintero, lógicamente, por necesidades imperiosas.

¡Señor, y lo que falta por descubrir! En beneficio de esa pereza que nos ayuda a un vivir mejor.

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