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A mi aire

Prácticas abusivas

El impune tráfico de datos personales

En marzo de 2010, el Gobierno central aprobó, en concordancia con la UE, la normativa que regulaba la protección de datos de carácter personal como mensajes, llamadas no solicitadas, comunicaciones comerciales o spam de cualquier tipo, todo ello para mejorar Ley anterior del año 2002. La realidad nos lleva a la conclusión de que fue papel mojado. Las más variadas empresas disponen de nuestros datos y no tienen reparo en llamarnos a horas intempestivas para ofrecernos sus "maravillosas ofertas", inundar nuestro buzón con correspondencia no deseada o inundarnos de correos.

Hay de todo, cual cajón de sastre: seguros, regalos de libros, invitaciones diversas a demostraciones, o las de las compañías de telefonía, que son las que se llevan la palma.

Se puede entender que es un trabajo como otro cualquiera, con el añadido de que tan sólo en Asturias los centros de telefonía generan dos mil puestos de trabajo directos, cifra muy respetable. También se puede comprender la insistencia de los operador@s, que siguen las directrices que les imponen. Lo malo comienza cuando las llamadas se vuelven reiterativas, a horas poco prudentes e incluso con pésimos modos si la respuesta resulta negativa.

Concatenado con todo ello, también está la publicidad no solicitada, pues disponen de todos tus datos para personalizarla, aunque a uno le llega una carta que lo sitúa en Conforcos (Cuturrasu), para invitarme a una sesión gratuita para determinar cómo funcionan mis pabellones auditivos. Cartero eficiente, pues la carta llegó pese al error.

Son ya muchos los años que diversas empresas se dedican a traficar con nuestros datos más personales, pese a estar considerado ilegal, pero vayan ustedes a saber por qué nadie hace nada. Tan sólo te queda la solución de dar mil vueltas y solicitar personalmente a la Agencia de Protección de Datos la cancelación de los tuyos.

Todo un mundo al revés de prácticas abusivas que se introducen en nuestras vidas sin nada que les coarte, pues somos simples números, jugando impunemente con nuestro derecho a la intimidad que debería ser sagrada. Suena el teléfono, espero no comenzar el día cabreado desde su inicio.

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