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Dando la lata

Pedacitos de cielo

El Papa baja del avión sin el solideo

Revuelvo el café mañanero con las noticias de primera hora de fondo. Suena el móvil. Llamada de J. Está tan indignado que no ha podido reprimir el impulso de marcar mi número. Que si he visto al Papa descendiendo del avión en Washington. Pues va a ser que no. Pues que se ha quitado el solideo -que a mí me ha dado por llamar solenoide, que ya sé que no tiene nada que ver. ¿Y? Compruebo el reloj y me froto los ojos. Hay llamadas surrealistas y ésta es una de ellas. Solideo sí, solideo no. ¿Y usted qué opina? Francamente, poco me importa que el Papa baje de los aviones con la melena al viento, con el solideo-solenoide encasquetado o con una chapela como la paella de Villarriba. Cuelgo sin saber qué atribula a mi interlocutor. ¿Que el Papa tenga un solideo? ¿que se lo ponga? ¿que se lo quite? ¿Por qué me llaman con semejante motivo? De verdad, creo que, aunque de modo bastante inconsciente, estoy haciendo méritos para ganarme el cielo. Vuelve a sonar el teléfono. Es mamá para preguntarme la hora. Mamá, la misma que la de tu reloj. ¿Y el día? El de tu calendario. Ya, bueno, por si acaso. No vaya a ser. No vaya a ser ¿qué? Vete tú a saber. Ah, vale. Besos. Ring, ring. Soy yo. Eres tú. Otra vez. ¿Te enteraste de lo de la pintura de las carreteras? ¿Eh? Revuelvo tanto el café que casi lo centrifugo. Los motoristas resbalan cuando pisan las rayas de los pasos de cebra y se rompen la crisma. ¿Y? ¿Cómo que y? Que por qué me lo cuentas a mí. ¿A quién se lo voy a contar si no? Ah. Y me gano otro pedacito de cielo. O eso espero. Y el café frío. Un wasap. ¿Viste LA NUEVA? Aún no. ¿Cómo es posible que escribas en LA NUEVA y aún no la hayas leído? Cosas que pasan. Uno no es perfecto. Que sepas que te ponen a parir. Vaya por Dios. Que hablen de uno, aunque sea bien. Tú verás, pero a estas horas y sin haber leído el periódico, imperdonable. Estoy por mandar el café a hacer puñetas y meterme de nuevo en la cama sine die. A contar mis pedacitos de cielo.

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