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Elecciones continuas

El paso del tiempo, las promesas de apertura del Stephen Hawking y la influencia de unos comicios

En cierta ocasión, le preguntaron a un sabio por su opinión acerca del tiempo, más en concreto, por los procesos mentales que nos acercan o nos alejan de las manecillas del reloj, según la distancia con la que percibamos sus giros. Pudo haber respondido que "un hoy vale por dos mañanas" o que "no es el tiempo quien pasa, sino nosotros". Incluso pudo haberse referido a la mitología griega sobre el joven Cronos, tal como se expresa en un proverbio oriental: "Por mucho que disparemos contra el gallo, no por eso dejará de amanecer". Pero el sabio, que por algo estaba adornado con esa facultad de emitir juicios certeros, se quedó mirando a su interlocutor y respondió: ¿Y qué le parece a usted esta conversación que estamos manteniendo? ¿Cree que ha transcurrido mucho tiempo desde el inicio de la misma?

Desconozco la respuesta que haya podido producirse. Quizás llevado por un primer impulso no vacilara en contestar que hacía solo unos minutos que estaban de charla, con lo cual, unos pocos minutos son sólo eso: un poco de tiempo; o tal vez se hubiera mostrado más cauteloso y pensara que, según la teoría de la relatividad, los cálculos en los que se expresa la dualidad espacio-tiempo se mueven en distintas dimensiones y, por lo mismo, esos pocos minutos podrían tener una equivalencia cronológica diferente.

Lo cierto es que algunas de estas reflexiones me vinieron al recuerdo mientras escuchaba una conversación sobre la probable apertura del Centro de discapacitados neurológicos de Barros, el "Stephen Hawking". Comencé a recordar que los trabajos iniciales datan de hace ya 7 años y que su posible puesta en marcha está prevista para el 2016. Y, a renglón seguido, me pregunté si ese cómputo de días, meses y años, hasta que por fin se haga realidad esa vieja aspiración langreana (confiemos en que suceda así), se parecería más a un breve soplo de viento que a un arrasador huracán de promesas incumplidas. O lo que es lo mismo: si Einstein llevaba razón cuando enunció que "Nada es absoluto, pues todo es relativo".

De ahí a pensar en tantos engaños cometidos por la mayoría de nuestros políticos no hubo más que un paso. De modo que, durante unos instantes, me dejé llevar por esa inercia desesperanzada (lo que no han hecho hasta ahora, pueden llevarlo a cabo más adelante), por esa marea de frustraciones en la que mojamos los pies a diario. Hasta que, poco a poco, conseguí revertir la situación, pues me di cuenta de que si las cosas se mueven debido a la teoría de la gravedad, lo mismo iba a ocurrir con el Centro de discapacitados, si se tiene en cuenta la fuerza de las elecciones. Había bastado el anuncio de las mismas, para que una nueva aceleración se produjera. Todo lo que no habían hecho los gobiernos anteriores iba a ahora a cumplirse, a causa de la presión por conseguir votos. ¿Acaso la gravedad no es una fuerza invisible pero suficientemente poderosa como para dominar nuestro planeta? ¿Acaso no son los votos un fenómeno de atracción constante para que los políticos puedan gobernar su propio hábitat?

A partir de aquí, y siguiendo una rotación lógica, comencé a pensar en las ventajas que podría tener un calendario de elecciones en cascada, un continuo movimiento del cuerpo político en busca de votos, un desenfreno de promesas a doquier, con las que ganarse la voluntad de los ciudadanos. De manera que no pudieran dejar para mañana (o para dentro de tantos años, como en el caso del "Stephen Hawking") sus incumplimientos. En fin.

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