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Desde mi Mieres del Camino

La peña caudalista Casa Fulgencio

Un amplio grupo de incondicionales del equipo que lograron fomentar una entusiasta corriente de apoyo al conjunto mierense

Aún está muy reciente, en el ánimo de los seguidores caudalistas, el fallecimiento, a los setenta y nueve años, de César Alvarez, el conocido popular y cariñosamente como César Gainza, facultativo de minas del pozo Tres Amigos. Sus muchos amigos lo despidieron hace unas semanas con el sentimiento de que había sido el animador, impulsor y presidente de uno de los movimientos más atractivos y de apoyo al equipo de fútbol más representativo de esta comarca minera, el Caudal Deportivo.

Corrían los años de comienzos de la década de los setenta y en la plaza sidrera de Requejo, concretamente en el establecimiento Casa Fulgencio, se respiraba caudalismo por los cuatro costados. Era un grupo de entusiastas que seguían las peripecias del equipo con el deseo unánime -eso sí, y las consabidas discrepancias- de que alcanzase puestos de honor y si cabe cambio de categoría hacia niveles superiores. También en otros frentes locales venía a producirse ese fenómeno que, por fortuna para aquellos tiempos, se convirtió en base de lanzamiento hacia un total soporte formalizado de sostén de cara a las aspiraciones del representante local. Así surgieron las peñas caudalistas, hoy en minoría tangible y poco menos que borradas del mapa por los movimientos favorables a los grandes clubes estrellas del firmamento nacional e internacional.

Es precisamente Argimiro Suárez, con Elías S. Riera, Ramón Suárez y Alfredo el electricista, supervivientes de la primera junta directiva -por desgracia falleció la mayoría de sus componentes- quién describe los comienzos y el discurrir de esta plataforma de apoyo al Caudal Deportivo, presidida por César Alvarez, con los vicepresidentes José Antonio Lafuente y Ernesto Fernández, más el secretario Amalio Fernández, el tesorero Elías S. Riera y el contador Alfredo Fernández, junto con seis vocales que encabezaban el total de cincuenta socios con el que se inició la vida de la peña que, como era de obligación, fue legalizada ante los estamentos oficiales. Como era de suponer, el fin primordial de identificación, era el apoyo abierto y desinteresado al Club en el que se sustentaba, que venía presidiendo, desde 1969, y con el largo recorrido de veinte años, Gustavo Losa con quien existía plena sintonía. Así era de obligado cumplimiento la colaboración en la venta de rifas del famoso "600" (vehículo de aquélla popular que el Caudal Deportivo sorteaba una vez al mes). También se realizaba apoyo logístico en la organización y control de cada encuentro en el Hermanos Antuña, un baile los jueves en la pista de Sampil, permitía recaudar fondos para la tesorería , y en el estadio, durante los prolegómenos de cada partido, desfilaba la Banda de Cornetas de Turón, para darle "aire" y brillantez al correspondiente choque liguero.

En su propio feudo, y como actividades de corte personal, la peña Casa Fulgencio, con César Álvarez a la cabeza, organizaba, cada año, una suculenta espicha, que fue "bailando" de un lugar para otro, el busca de mayores espacios, dada la dimensión que iba tomando, en la que se entregaban los trofeos al máximo goleador y al jugador más regular. En este sentido fuerte impacto tuvo la convocatoria de 1982, que, con motivo de la presencia en Mieres del equipo nacional de Chile, participando en el Campeonato Mundial de Fútbol, reunió, en la tarde noche de un sábado, a más de quinientos asistentes, entre ellos, con los honores correspondientes, los directivos del conjunto chileno, de la mano de quién había sido presidente del Caudal, Fernández Comas.

Como es de suponer, en aquellos tiempos de entusiasmo y cercanía hacia los equipos de cada plaza, no faltaban los intercambios con peñas de otros clubes de la misma categoría y similares características. Por esa vía, la de Casa Fulgencio solía reunirse con las peñas langreanas de Ganzábal, Fidalgo y El Chupinazo. Pero, sin duda alguna, la que se alzó con el "non plus ultra" de estas relaciones fue la de los Pedrines de León, a lo largo de un periodo de varios años, con doble contacto anual, bien siguiendo al Caudal hasta la capital castellana, donde eran agasajados con todos los "sacramentos" o recibiendo, en propia casa, la camaradería de los visitantes cuando la que llegaba por estos lares mineros, era la Cultural Leonesa, respondiendo con plenitud, a las atenciones anteriormente recibidas. No faltó tampoco, fuera del calendario liguero, el encuentro anual de veraneo, a casi mitad de camino, concretamente en Rodiezmo, donde ambas peñas confraternizaron a lo largo de varias citas.

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