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Desde mi Mieres del Camino

El luchador que lo dio todo por sus ideales solidarios

Severino Arias recibirá mañana, sábado, un merecido reconocimiento popular

Pocas veces se reunirá, en un mismo acto, tanta inquietud solidaria, tanto ejemplo de lucha en la clandestinidad, tanto interés de reconocimiento sincero, como el que presidirá el acto anunciado para este 2 de abril de 2016, en torno a la figura de un mierense de nacimiento, pero de corazón universal y que tendrá como centro de celebración la villa gijonesa, donde reside actualmente. Será, sin duda alguna, el broche ideal para el vital desarrollo de una existencia: la de Severino Arias Morillo, quien prácticamente entregó todo su afán por los ideales solidarios en los momentos más difíciles de la última etapa del franquismo, cuando aún imperaban los restos de un absolutismo en torno a los derechos y la dignidad de los trabajadores.

Por cierto, resulta difícil determinar el por qué del "olvido", que presidió el posterior rondo político. En muchos casos "prescindió" de aquellos luchadores que, durante los años cincuenta, sesenta y parte de los setenta, habían entregado una parcela importante de su vida, a base de sangre sudor, lágrimas y efectos colaterales en lo personal y familiar con su lucha por romper los últimos diques de una larga dictadura. Una etapa que había postergado al cajón de los castigos, las ansias de una vida digna por parte de tantas familias de mineros y metalúrgicos acogidos a la sombra de las explotaciones en las cuencas mineras asturianas. Y cito como ejemplo, por su proximidad y arraigo, ejemplarizando en ellos a todos los que batallaron en esa lucha redentora, a Severino Arias por parte minera y a Manuel A. Ferrera, "Lito el de la Rebollada", por el lado del metal. Con ellos, muchos otros aparecen como "desaparecidos" cuando la naciente democracia abría puestas al estado de derecho.

Pero, en fin, vayamos al objetivo principal de este emotivo acto que tiene como protagonista a Severino Arias Morillo. Nace este mierense en la capital del concejo, el 2 de abril de 1935 -mañana cumplirá los ochenta y un años- pero se traslada pronto a Santullano donde discurre su niñez como alumno de la escuela unitaria y más tarde hace un segundo ciclo en La Salle de Ujo. A los quince años debe ir a trabajar, como pinche, en el Pozo Riquela. Luego fue caballista y, ya posteriormente, en el exterior de Minas de Figaredo como ayudante de "ferreru".

Con motivo de la huelga de 1957 conoce a Claudio Ramos, jefe de la Brigada Político-Social en Oviedo, cuando es llamado a declarar sobre el conflicto. El enfrentamiento trae consigo consecuencias de despidos y destierros con las famosas listas negras que impiden encontrar trabajo. Un año más tarde, conecta con el movimiento de las Juventudes Obreras Cristianas (J.O.C.). En él despierta todo el caudal reivindicativo y solidario en defensa de los derechos de los trabajadores. Recuerda, en ese sentido la labor del párroco de La Peña, Nicolás Felgueroso y la cooperativa que logra construir viviendas para los obreros en Rozadas. Es activista con acción propia y se destaca en la difusión y venta del periódico Juventud Obrera. Le llaman al servicio militar y, al regreso, vuelve a su trabajo en Minas de Figaredo.

Y llega, en abril de 1962, el gran conflicto que habría de traspasar fronteras nacionales: "La Huelgona", que nace de la reivindicación económica y el plante de siete picadores del Pozo San Nicolás (propiedad de Fábrica de Mieres). El descontento general conecta con la huelga y se extiende como un reguero de pólvora por toda Asturias, traspasando sus límites para llegar al desencanto del mundo laboral español.

Dado que la España del franquismo solicita la adhesión al Mercado Común -antesala de la Unión Europea- el asunto cae muy mal en los medios gubernamentales. Hasta el punto de que toman medidas, con toda rapidez bajo la etiqueta de excepcionales, ya que se decide que José Solís, ministro secretario general del Movimiento, visite Asturias y tome contacto con los huelguistas. Los trabajadores exigen formar una comisión para negociar, al margen del sindicato vertical. Lo consiguen y Severino Arias forma parte de ella, pese a su juventud. Tras hacerle esperar una hora con el consabido comentario sarcástico del ministro -"Que cabrones estos mineros que me hacen esperar tanto tiempo"-, tras una larga reunión de tira y afloja se logra sacar setenta y cinco pesetas por tonelada para repartir entre los trabajadores. Es cuando nuestro hombre recibe la noticia de que su esposa Berta está a punto de tener la primera hija con serias dificultades haciendo necesaria la hospitalización. Se marcha rápidamente al lado de su mujer y no se despega de ella hasta la solución y el nacimiento de la pequeña.

Nueva huelga en 1963, pero un año antes nace la Unión Sindical Obrera (USO), idea del propio Severino, autor de la denominación, acompañado de Eugenio Royo y José Domingo. De aquella recuerda Severino la llegada del Arzobispo Tarancón que es recibido con la huelga de misas principalmente en Mieres, a cargo del párroco de San Juan Nicanor López Brugos, en señal de solidaridad con los mineros.

El 9 de marzo de 1965 Severino convoca a los mineros y sus familiares para que el día 12 se concentren ante la casa sindical de Mieres con el fin de reivindicar sus derechos, pero la jornada anterior es detenido por un delito de asociación ilícita. De todas formas acuden y deciden manifestarse hasta el ayuntamiento y la comisaría de policía, donde se produce un intento de ocupación con desperfectos en cristales. Hay numerosas detenciones y posteriores condenas para muchos de los asistentes. También Severino es condenado como promotor del hecho, a tres años y medio de cárcel y multa de 5.000 pesetas. Cumplió la pena económica más tarde, al quedar en libertad provisional. Al final serían 2 años en el Coto gijonés, Oviedo, Carabanchel y Segovia. A la salida pide trabajo en varios oficios y lugares de donde, al poco tiempo, sale despedido. Por fin retorna a Minas de Figaredo hasta 1992 cuando, tras un accidente, es retirado por invalidez total primero, y luego absoluta. Es el final de una vida laboral de entrega y dedicación sin límites, demostración de gran talento negociador, líder carismático y hombre de lucha sin límites. Pero antes, en 1977, se pasa con un grupo de compañeros a la UGT, tras una reunión en la que su voto fue decisivo y donde se hace cargo de la secretaría de industria y más tarde de acción reivindicativa. Como dato anecdótico, pero aleccionador, en su momento le ofrecieron el cargo de delegado comarcal de sindicatos con el sueldo de 12.000 pesetas mensuales cuando en la mina no llegaba a las 4.000. Pero su temple de honradez y generosidad, solo tuvo la contundente respuesta negativa.

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