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Velando el fuego

Vértigo futbolístico

El Langreo se juega hoy buena parte de sus posibilidades de ascenso y se escuchará el "Hala Unión"

Todos los años, por estas fechas, el escenario futbolístico vuelve a protagonizar una cinta de suspense, a imitación del mejor Hitchcock, en donde la parálisis psicológica y física, consecuencia de la pugna por los ascensos o descensos de categoría, se pasean por el césped de muchos equipos, que se ven abocados a enfrentarse a una contienda que, en algunos casos, puede conducir a un desenlace fatal, cual es la desaparición -y ejemplos de ellos existen en abundancia- de un club por razones económicas.

Quienes hayan visto la película a la que me refiero, saben que la acrofobia y el vértigo constituyen dos ejes centrales de la misma, y que nosotros mismos, cuando asistimos como espectadores al campo, no podemos evitar, las más de las veces, sentirnos también atrapados por esas sensaciones que algunos entendidos en la materia califican como irracionales.

Basta con preguntarle, entre tantos otros, a un seguidor del Madrid o del Atlético por el nudo en la garganta, el sudor incontrolable o la falta de respiración en la final de la Champions, por no referirme a lo que tuvimos que padecer los incondicionales del Sporting, ese equipo glorioso, de rancia solera y brillante historial, que tantas emociones concita entre quienes en los últimos años nos hemos acostumbrado a sufrir congojas y angustias que no forman parte, precisamente, de ninguna ficción. Si bien, siempre estuvimos convencidos de nuestra salvación, que por algo llevamos más de un siglo dando muestras de una fe que nunca decae y que, a la postre, nos ha servido, una vez más, para seguir en la batalla.

Bueno es que en el termómetro futbolístico existan diversas temperaturas, y que éstas se propaguen también hacia otros lugares del cuerpo social formado por seguidores de equipos más modestos pero no por ello menos importantes. Hay vida más allá de las estrellas, dijo alguien en alguna ocasión, y, del mismo modo, brotan también flores lejos de las galaxias en las que habitan los Messi y Ronaldo, entre otras constelaciones. Por ello, este domingo los seguidores del UP de Langreo gritaremos con fuerza "Hala Unión" (lo mismo que harán en la cuenca vecina los del Caudal con su equipo) , y nos apretujaremos en las gradas del estadio para festejar los goles que nuestros jugadores irán tejiendo con paciencia y maestría. Y del mismo modo que al final del encuentro del Sporting contra el Villarreal una marea de alegría me inundó por los cuatro costados, no quiero olvidarme del aluvión de gozo que explotó dentro de mí cuando Acebal , el año pasado, marcó el penalti contra el Mérida que nos devolvió a la playa de segunda B y que nunca debíamos haber abandonado. Si hay imágenes que nos acompañan una vida, la del penalti es una de las que, estoy completamente seguro, nunca se va a despegar de mí.

No acostumbro a entrar en debates en los que se oficia sobre las entretelas más profundas del fútbol, y que, en ocasiones, adquieren tintes casi metafísicos: oficio, ritual, religión?, pues prefiero quedarme con algo que está al alcance de todos y que, precisamente, los habitantes de las Cuencas, necesitamos cada día más. Alargar los ojos detrás del balón es, a un tiempo, echar un pulso a nuestras emociones. Sentirnos vivos, ilusionarnos con una meta, saber que también nosotros podemos ser protagonistas principales (los aplausos de la grada son la coreografía necesaria para que funcione mejor el espectáculo) de una historia; aunque la del balón sea, como dijo Jorge Valdano, la más importante de entre las cosas menos importantes.

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