Los dos grandes partidos fracasan en eso que llaman regeneración y que en términos de la Real Academia se define como "dar nuevo ser a algo que degeneró, restablecerlo o mejorarlo". Se llenan la boca en los discursos, pero fracasan al trasladar la teoría a la práctica. Los socialistas han salido en defensa de la inocencia de Griñán y Chaves, sus expresidentes andaluces que ya dimitieron, para los que el fiscal pide seis años de cárcel y diez de inhabilitación, respectivamente, por el fraude masivo de más de 700 millones del dinero de los ERE. Incluso han criticado tanto el contenido de las acusaciones como su oportunidad. En el PP, desde Rajoy a Cospedal le han pasado la mano a Rita Barberá con su comprensión de que mantenga el escaño en el Senado con un buen sueldo, pese a dejar el partido. El principal valor de Barberá es ahora lo que calla y bien merece el precio de soportar un nuevo esperpento. La regeneración comienza por uno mismo, si no queda en palabrería.
