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Mario Antuña

Siete leguas

Mario Antuña

Soplar la polución

No hace demasiado tiempo, La Felguera y Mieres eran un mosaico de olores pestilentes, la carbonilla de las cocinas de carbón se podía mascar, los ríos eran dos cloacas infectas y el abundante tráfico pesado llenaba las calles de una neblina venenosa. Así vivimos durante décadas. Hoy, la desindustrialización y las medidas ambientales les han dado una buena limpieza. Sin embargo, los ecologistas alertan con reiteración de los alarmantes datos de las estaciones que miden la polución. Los datos son datos, y son oficiales, pero se interpretan de manera distinta. Los conservacionistas intentan advertir de sus efectos nocivos y desde el Principado clarear la nube tóxica sobre las poblaciones. ¿Quién tiene razón? Quizá los dos. Cierto sea que se producen picos de contaminación alarmantes, que a la vez no se mantienen en el tiempo. O no. Y esa duda es la que se debe aclarar. Pero replicar desde Medio Ambiente a la alerta lanzada por los ecologistas con el argumento de que los niveles han bajado en el cómputo global del pasado año es como soplar para esparcir la polución.

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