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Desde la Meseta

Cuánto cambio

La nueva hora de verano y sus trastornos

En tan poco tiempo, echamos una simple mirada atrás, a la vuelta de la esquina, para ver cuándo entró la primavera y el cambio de hora, que, en este caso, es dormir una hora menos la primera madrugada y arrastrando sueño o pereza. Al siguiente día nos encontramos hechos unos zorros, arrastrando los pies, y nos pesa el resto del cuerpo, porque notamos esa falta de descanso. Dicen que a los mayores y a los niños se les nota más, quizá porque a los de mediana edad el espíritu de la primavera se les aprecia de otra manera, por aquello de que la sangre altera.

Hubo más cambio que el reseñado hasta el momento, porque el frío ha vuelto a sentirse y los descamisados han vuelto a sacar las prendas de invierno, cuando ya las habían guardado con la prevista llegada del buen y soleado tiempo: "¡Vivan el optimismo y los optimistas!".

En una palabra, los cambios nunca han sido buenos y mal nos han sentado cuando éstos se produjeron. Pero hay que afrontarlos queramos o no. Y si no son con optimismo, sí al menos sean con realismo hasta que se asiente lo que se nos echa encima.

Así que ¡viva el cambio climático!, aunque nos caiga gordo a veces.

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