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A mi aire

Pequeñas molestias

El malestar que nos producen las mínimas contrariedades que surgen en el día a día

Más o menos estamos acostumbrados a que cualquier pequeño incidente que turbe la regularidad de nuestro día a día nos suponga toda una contrariedad, no pudiendo evitar rictus de desagrado.

Y pueden ser cosas la mar de simples, como tener milimetrado el recoger tu periódico en hora temprana, las ocho en mi caso. Aunque, como casi todo el mundo, puedo entrar en la edición digital para mi no es lo mismo. Yo necesito, y en esto coincido con mucha gente, -junto al primer -, la edición en papel de este diario que usted tiene ahora mismo entre sus manos.

Uno de estos días de atrás, en coincidencia con el fin de semana, que aunque se suele madrugar menos, siempre hay gente que trabaja, o incluso repartidores de variado tipo que recogen a hora temprana para acercárselos a lectores que viven en zonas rurales, el periódico llegó más tarde de lo habitual. Al final, hasta las once de la mañana no hubo modo de tener la edición del día en nuestras manos, con el consiguiente cabreo generalizado de lectores, y, supongo, de los responsables de los puntos de distribución.

No quiero ni pensar en un conocido mío que a diario, a las seis en punto de la mañana, seguramente récord de Asturias, está a la espera del diario, y si su kiosco se retrasa en la apertura, el repartidor ya se lo entrega directamente. Casi de "Guiness", así que en el día citado no le arriendo la ganancia de las vueltas. Y también la espera.

Todo parece una pequeña tontería pero, como al final somos animales de costumbres, nos produce cierta incomodidad. Que muchos llevan bastante mal.

Y aunque a uno le han preguntado que fue lo que pasó, en la falsa creencia de que estoy al cabo del todo, pues "NPI". Dado que simplemente me tocó ser otro receptor de las "pequeñas molestias".

Otra molestia, esta ya mayor, fue en día festivo, además de comuniones, el cierre de todo el centro de Langreo durante seis horas, para un evento deportivo. Dejó "contentos" a visitantes, y propios. Lógico el cabreo.

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