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Pel Camín

El bosque "encantado" del viejo barrio de Oñón

Protesta vecinal ante un problema inaplazable

El grito de denuncia, en esta ocasión, viene de varios puntos vecinales, pero todos cercanos al área donde se asentaba, antiguamente el viejo barrio de Oñón, ese que, con La Villa, Requejo y demás, escribió la historia de un Mieres pasado y que, en determinado momento, por su situación decadente tirando a ruinas -tal como poco más o menos le ocurre actualmente a Requejo- fue demolido y sus habitantes "viajaron" unos pocos metros hacia el núcleo principal de San Pedro, para integrarse en esta parroquia ya de una forma definitiva.

Pues bien, ese grito vecinal pone sobre el tapete una situación problemática que no puede esperar mucho tiempo, a no ser que a los "habitantes del bosque encantado" se les ocurra salir de sus madrigueras y pasear tranquilamente por las calles de Mieres (¿acaso no lo hacen ahora los jabalíes por ciertos lugares de Asturias?). Claro que aquí, en esta tierra de la capital de la comarca, los únicos que hasta ahora enseñaron los hocicos fueron uno roedores, eso sí, de un tamaño que despiertan el pánico.

El caso es que metiéndose por los antiguos accesos a lo que fue el barrio, rodeando el polideportivo que lleva su nombre, ya se descubre que la cuestión se las trae con un auténtico rosario de baches, que más que baches se están convirtiendo en socavones. Y la cuestión es que no existe impedimento para que un buen número de turismos encuentren allí tranquilo descanso de aparcamiento. Eso sí, después de dejar constancia de la habilidad de sus conductores sorteando obstáculos o bien tras pegar unos cuantos saltos en el asiento con el posible peligro de averiar el vehículo. Y es que, ya se sabe, el problema de aparcamiento que hay en Mieres, mientras no se abra de una vez el plan previsto por el Ayuntamiento, aunque sea provisionalmente para La Mayacina, el propio Oñón y otros lugares.

De todas formas, hablando en plata, el grave problema que presenta este escenario, está, por su urgencia, en la necesaria desaparición, de una vez por todas, del bosque "encantado" que se formó, y sigue aumentando, en la cuña de las calles Numa Guilhou y Oñón a espaldas del único hotel, flamante hotel por el que todos suspirábamos, que existe en esta villa, y de una serie de viviendas de no vieja factura que rodean el "vergel".

¿Se figuran ustedes de la sensación que pueden recibir los usuarios del citado hotel si ven pasear, con cierta libertad, ante sus ojos, todo un desfile de roedores o similares, en perfecta formación, buscando otros lugares donde sestear para volver posteriormente a la guarida. En fin, quizás me esté pasando con estos alegatos que parecen llevar cierta carga de ironía, pero es que, de tanto darle vueltas al asunto, no me salió otra forma de expresar, en la mayoría de los casos, de auténtica indignación, la queja vecinal. A quién proceda, ojo pues ¡al dato".

La propuesta: Había una vez un ochote. Sí, amigos, aquí en Mieres, el Ochote "La Unión" formado por unos enamorados de la música coral y al propio tiempo amigos entrañables. Cinco ya se fueron de este mundo, Chuchu Seijas, Calixto Casasola, Jovino, Perdiguer y Luis Naves, todos ellos de grato recuerdo. De sus inicios quedan en esta tierra y que sea por mucho tiempo, Julito, Alvarito y en Oviedo Pepín, junto con los directores Baldomero P. Méndez y Juan Rionda. Pues bien, en el complejo de Mayacina tenían su calle peatonal como reconocimiento a una labor inmensa, una calidad indiscutible y una generosidad a prueba de bomba. Las obras de un gran edificio que iban a construir, cuyos cimientos están parados desde hace largo tiempo, se ha comido gran parte del ancho de la arteria, dejándola prácticamente inhabilitada. ¿No hay forma de trasladar en letrerito de identificación a otro lugar más saludable?

Ustedes dirán.

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