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Cosas de Duke

Marcelino M. González

Malafollá

El típico humor de los granadinos, negro y con muy mala leche

Es mediodía de un sábado cualquiera, los pájaros cantan y las nubes se levantan. Estoy sentado en un banco del parque fumando distraído con Duke echado a mis pies observando atento a la peña cuando un hombre bajito de unos treinta y tantos, enjuto, muy moreno, para frente a nosotros y me dice "le compro un cigarrillo", al tiempo que abre un pequeño bolso y extrae de él una minúscula cartera. Le doy el truja y, cuando quiere pagármelo, le digo que no es necesario, que todo el mundo lo pide sin más y al menos él ha tenido el detalle de no hacerlo. Lo enciende pausadamente, da tres caladas, lo apaga y se lo guarda en el bolso, en un acto que parece un ritual. "Estoy dejando de fumar", me dice, y acto seguido saca un mapa arrugado y doblado diez veces y me pregunta con un acento indescifrable cómo puede llegar a Pola? (duda) y le replico si se refiere a Laviana, Somiedo, Lena o Siero. "A ésa", me dice. Le indico sobre el mapa el itinerario más apropiado para ir caminando, "pero tienes quince kilómetros hasta allí", le advierto. "Hasta que oscurezca tengo tiempo", contesta tranquilo. Y comenzamos lo que fue una breve conversación. El hombre era de Granada y desde allí había salido en el coche de San Fernando con dirección a no sabía dónde. No llevaba gran cosa: lo puesto, una mochila y el bolso de donde sacó el cigarrillo y le echó otras tres caladas para volver a guardarlo. "¿Así que eres de Graná, de los de la malafollá?, ¡bonita ciudad!, le dije. Y, haciendo honor a ese apelativo, me contó un chiste afirmando que eran muy especiales para el humor: En un quinto piso una niña le dijo a su madre: "Mamá me voy a tirar por la ventana" y ante la negativa de su madre insistió hasta que, al final, la madre consintió. "Bueno, tírate". La pequeña se tiró y espanzurrada en la acera gritó: "Mamá, súbeme?", y la madre le dijo: "No hija que vuelves a tirarte". Luego, serio y cordial, me dio los buenos días y, con su humor negro, prosiguió su periplo caminando hacia lo desconocido.

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