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A mi aire

Responsabilidades

El dispendio de dinero público en obras de dudosa necesidad

Comenzamos el año con noticias preocupantes, aunque a estas alturas con los precedentes habituales, ya nada nos coge de susto.

La más cercana es el fracaso en cuanto al tráfico de la denominada "Y" de Bimenes, crónica de una muerte anunciada desde su inicio, cuyo coste ascendió a 159 millones de euros, prácticamente para nada.

Simple capricho para los que en sus tiempos, tal y como decía el gracejo popular, era para facilitar que los vecinos de Bimenes, y sus aledaños, vinieran a efectuar sus compras a la gran superficie de El Entrego, otro tema que trajo sus más y sus menos en cuanto a sus ubicación, con luchas políticas, intereses cruzados, y maldades.

Una vez consumado el despilfarro de la cifra millonaria, con el negativo y visible resultado, la pregunta no puede ser otra que ¿responsables? No saben no contestan.

Evidentemente esta riada de millones dilapidados, podrían haber solucionado centenares de problemas acuciantes en el Valle, creando puestos de trabajo, o fijando población, básicamente en la gente joven que debe buscarse la vida lejos de su entorno habitual.

Barbaridades de este tipo, en cualquier país que no sea el nuestro, y más cuando existía el convencimiento que al final resultaría un fiasco, se pedirían responsabilidades de todo tipo a los causantes del desaguisado.

¿Aquí? Nada, e incluso se les premia con seguir en la pomada del poder, hasta con ascensos, amén de soldada jugosa.

Cualquiera de nosotros se puede preguntar que hace en casos como este la oposición, que parece se conforma con haber leído las breves líneas en prensa, decidiendo que "la vida sigue igual".

Al final, no hace falta decir quienes van a ser los paganos de las alegrías como la que hoy me ocupa, pero seguiremos indolentemente recibiendo palos a diestro y siniestro de todos ellos. Aunque igual ye lo que nos merecemos... por oveyes, que ye lo que parecemos una buena mayoría.

Pretendía empezar el añu con algo más amable, pero la realidad resulta tozuda. No hay ná que hacer.

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