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Un desprendimiento imposible

La necesidad de asegurar la ladera para evitar que se produzcan nuevos argayos en la zona afectada

El corrimiento de piedras y rocas acaecido estos días en el Corredor del Nalón a la altura de Anzó en Sobrescobio ha causado un gran susto por la espectacularidad del suceso. Muchos lugareños comentaban estos días que se veía venir un argayu de esas características.

Las rocas a pie de carretera con mucha erosión por la nieve y la lluvia de este tiempo se observaban débiles y con poca consistencia de aguante. De todas formas este es un tema complejo y son los expertos en la materia los que tienen que opinar con solvencia y buscar soluciones prácticas para contener con eficacia ese terreno kárstico. En este entorno del embalse de Tanes las piedras de los montes colindantes a la calzada caen con mucha frecuencia con el peligro que conlleva. Este hecho ya causó varias muertes a automovilistas que se encontraron con un golpe fatídico ocasionado por piedras de notables dimensiones.

Este argayu imposible exige a la Administración del Principado tomar medidas serias y directas con la estabilidad de taludes y corregir defectos en esas rocas dinámicas que no fijas a pie de carretera. Y ahora la opinión pública se muestra muy afectada y preocupada por tantos días con la incomunicación en la zona del alto Nalón, especialmente las gentes de Caso. En plena Semana Santa han visto cómo muchos negocios, sobre todo de hostelería y hotelería, se han visto afectados por esta desgraciada circunstancia.

Por eso es urgente actuar con premura y eficiencia y los especialistas en mecánica de rocas deben movilizar todo tipo de acciones para dejar expedito el lugar. Sé que no es fácil pero el momento y la situación de muchos vecinos de estos contornos del alto Nalón lo demanda. ¿Y no sería interesante contar con la UME, la Unidad Militar de Emergencia, un cuerpo de élite conformado por expertos zapadores para abrir paso provisional con un pasadizo metálico? Es una apuesta para que el acceso se abra mientras los duros trabajos sigan su curso para recoger toda la tierra y rocas caídas en la carretera y lecho fluvial.

En efecto, una idea interesante pero esta agrupación de expertos en situaciones límite ha estudiado el terreno y ve inviable llevar a efecto una solución por lo angosto del lugar y por el abundante material caído con rocas de varias toneladas. Por suerte todo ha quedado en un susto.

La catástrofe pudo ser de gravísimas consecuencias, sabiendo a que a esas horas matinales hay muchos vehículos, autobuses y ciclistas circulando por ese Corredor.

Ahora ante esta realidad hay que pedir con cautela pero con decisión que la Administración del Principado tome cartas en el asunto y con sus expertos a la cabeza, ingenieros y geólogos entre otros, estudien a fondo el terreno y dejen selladas esas laderas rocosas con la seguridad adecuada. El peligro está ahí y los vecinos no tienen que jugarse la vida cada vez que pasan por esos entornos de roca viva y peligrosa. Este argayu imposible fue un aviso casi letal.

Los técnicos siguen con sus trabajos con la debida precaución por el posible movimiento de rocas que pueden provocar otro alud de las mismas características. Y todo hace indicar que estas complejas labores tendrán un tiempo largo de maniobras. La naturaleza es sabia y no se puede actuar en su contra. Los estudios geotécnicos dirán lo que puede realizarse para contener con seguridad el macizo rocoso de la ladera. Los días pasan y la incomunicación es un hecho. Los vecinos se las ingenian para habilitar el paso con puentes improvisados y otras inventivas, pero el tráfico rodado tiene la alternativa de la Collada de Arnicio o el puerto de Tarna, ambas opciones problemáticas por el infierno del firme y por la dura meteorología reinante. ¿No es demasiado sacrificio para el vecindario esta incomunicación?

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