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Ejemplaridad/1

Lo de Pablo Iglesias y el chalé es lo de siempre: uno es de una manera hasta que puede permitirse ser de otra. Ejercer de comunista con una economía modesta es mucho más sencillo que continuar siéndolo cuando ganas un pastón. Lo que ya resulta más molesto es que al resto nos traten como si fuéramos tontos, y quizá lo seamos. Lo afirmado en el pasado ya no existe, lo prometido se esfuma. Lo dicho deja de ser regla para quien lo dice, si bien se mantiene en vigor para el que escucha. Recuerden lo del médico gordinflón que atendía las consultas fumando un puro de medio metro de largo: "Haga usted lo que yo le digo, no lo que hago". Pues eso. Yo conozco católicos de misa diaria que han rechazado recibir la comunión de un sacerdote negro. Perdón, de color. De color negro, quiero decir. Pero el mensaje de Cristo no dice eso por ninguna parte. Al contrario: todos los hombres -y mujeres, claro, que hay que puntualizar- somos iguales, creados a su imagen y semejanza, y hemos de amarnos los unos a los otros como a nosotros mismos. ¿Y cuántos cristianos que dicen serlo cumplen o intentar cumplir las reglas básicas de su fe? Pues una minoría, la verdad. También conocí a un célebre comunista (o seo decía él que era), que vivía en un ático alucinante atendido por un mayordomo con librea. Ya saben: comunismo para el resto. Porque es muy difícil ser realmente como afirmamos y cumplir nuestras propias reglas. Yo mismo exijo desde esta columna tal y tal cosas que luego no me aplico. Porque una cosa es predicar, y otra, dar trigo. Y el que habla de la justicia social y la lucha contra el capitalismo se convierte en el mayor capitalista en cuanto puede. Y toma chalé con piscina. Se acabó el contacto con la calle, adiós a los barrios populares. Eso que lo practique el resto de la militancia, que a mí me da la risa. Y el que afirmaba que pagar impuestos era el acto más satisfactorio que podía realizar un español, se apropió de todo lo que pudo y se lo llevó bien lejos. Y sin pagar, claro.

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