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Vida imaginaria de Tate

William Boyd denuncia la estupidez que rodea al arte moderno

Vida imaginaria de Tate

En el otoño de 2011 un comprador anónimo pagó en Sotheby's siete mil libras, algo más de nueve mil euros, por un cuadro titulado Puente nº 114 de un pintor americano supuestamente muerto que jamás llegó a existir salvo en la imaginación de William Boyd, David Bowie, Gore Vidal y otros. El reclamo hizo que se convirtiese en una auténtica ganga: se trataba de una de las obras que había sobrevivido del autor, Nat Tate (1928-1960), dando por descontado que el propio Tate había destruido la mayoría de sus trabajos antes de desaparecer trágicamente en la confluencia de las aguas del Hudson y del East River. Malpaso ha tenido el acierto de publicar en español la reedición de la biografía que posiblemente, y junto con El mapa y el territorio del francés Houellebecq, ha contribuido con mayor éxito a satirizar el arte moderno y la estafa alrededor del mundo que lo rodea.

William Boyd, autor de Nat Tate 1928-1960, escritor poscolonial británico nacido en Ghana, recordaba once años después de publicarse la vida imaginaria de su pintor cómo toda historia es la historia de las consecuencias no deseadas. Para él y su criatura la fabulación había comenzado al parecer en 1998 cuando formaba parte del consejo editorial de de la revista "Modern Painters", elegante trimestral dedicado al mundo del arte. Un día en una reunión, según él mismo se encargó de contar, el director de la publicación se preguntó en voz alta si habría manera de introducir algún tipo de ficción en los perfiles de artistas, las reseñas de las exposiciones y en otros contenidos habituales de la revista. De modo que Boyd, a su vez, se preguntó por qué no inventaba su propio artista. El juego de las identidades inventadas no flotaba en el arte moderno por casualidad desde Marcel Duchamp. Así nació Nat Tate, cuyo nombre parece provenir de una apropiación deliberada de las dos galerías públicas más famosas de Londres, la National y la Tate, aunque Boyd ha recalcado que si es culpable de ello sucedió de manera inconsciente. En aquel tiempo no era el engaño la idea narrativa principal de Nat Tate, sino un cuento largo con ilustraciones. Pero, ya se sabe, toda historia?

Así que Boyd escribió Nate Tate 1928-1960. El enigma de un artista americano y lo acompañó de abundantes ilustraciones, imágenes de la infancia y de sus padres adoptivos, de su amante Peggy Guggenheim, de algunos de sus colegas, etcétera. Agregó algunas reproducciones de su arte, en concreto un par de dibujos realizados por él mismo. Tate había nacido en Nueva Jersey y quedado huérfano cuando era un niño. Adoptado por una pareja acomodada de Long Island, enseguida mostró aptitudes para el arte. Tras una educación financiada por sus padrastros, se estableció como artista en Greenwich Village. Nueva York era entonces el centro mundial del arte y de la moda y los elogios empezaron a lloverle al joven artista que, a principio de los cincuenta, ya figuraba con todos los honores dentro del movimiento expresionista abstracto. Tate viajó a Francia donde mantuvo encuentros con Picasso y Braque. A partir de ese momento, presumiblemente sacudido por la impresión que recibió de estos dos colosos de la pintura, entró en una etapa de inseguridad y empezó a cuestionarse a sí mismo como artista. Lo siguiente consistió en empezar a beber como si se fuera a declarar una nueva Ley Seca. Deprimido, quemó la práctica totalidad de su obra y a continuación se suicidó saltando desde el ferry de Staten Island. Era enero, el agua estaba helada y su cuerpo jamás fue hallado.

David Bowie, miembro también de la junta de "Modern Painter", convenció a Boyd de publicar la biografía en su pequeña editorial. El libro, magníficamente imprimido y diseñado, fue promocionado en 1998 en dos fiestas sucesivas en Manhattan y en Londres como si se tratara de recuperar para el mundo a un artista malogrado y olvidado del que sólo permanecía intacta una pequeña parte de su estimable obra. Gore Vidal se sumó a la conspiración describiendo la biografía como un retrato conmovedor de un artista demasiado bien comprendido por su tiempo. Que la primera de las fiestas, la de Nueva York, se celebrara el Día de los Inocentes, no ayudó a desenmascarar la farsa. Por el contrario, muchos de los asistentes a los cócteles, inocentes y no tanto, decían haber conocido a Tate y se declaraban admiradores de su obra.

Boyd trató de desmontar en los años siguientes la ficción creada en torno a su pintor imaginario, pero la posibilidad de consumar la sátira poniendo en circulación uno de sus dibujos ficticios le animó a seguir adelante y llegar a un acuerdo con Sothebys para la puja del dibujo del puente. La recaudación se destino a fines sociales. Una historia bastante asombrosa.

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