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Kepa Garraza, la sensible plasticidad de un pintor de historia ficción

Pocas veces las meras presencias físicas tuvieron tanto de producto estético

Kepa Garraza, la sensible plasticidad de un pintor de historia ficción

Hasta el impresionismo, la pintura de historia fue considerada como el género pictórico por excelencia. Privilegiado por academias y certámenes y ambicionado como motivo por los artistas para conseguir su obra maestra, se centraba sobre todo en ensalzar las gestas, especialmente bélicas, de reyes y caudillos. En el contexto del arte contemporáneo la pintura histórica, por seguir llamándola así, ya no canta gestas sino que analiza los conflictos de la coyuntura social y económica que afligen al mundo. Y no ensalza, más bien denuncia, acusa o ironiza. En cuanto a los artistas, si hubo un tiempo en el que algunos de la fotografía aspiraban a crear obras parecidas a la pintura, sucede en la actualidad que los "pintores de historia" se acercan por su parte a la fotografía. Hay buenas razones para ello y quizá la más importante que la memoria histórica colectiva de nuestro tiempo se concibe y se construye necesariamente a partir de las imágenes de representación fotográfica de los medios de comunicación. Ocupando espacios mentales, formatos y maneras mediados por la fotografía como estrategia de significación, la pintura se ha reivindicado sin embargo como experiencia estética única, en su condición aurática y su irradiante intensidad.

Hay trabajos de mucho interés en esa tradición moderna de la pintura de historia. Se me ocurren los ejemplos de "October" de Gerard Richter o "Congo" de Luc Tuymans y pienso que la pintura de Kepa Garraza (Berango, 1979), puede estar entre las más interesantes, aunque con planteamientos conceptuales muy peculiares, como ya se anuncia desde el título de la muestra. Porque los títulos de las exposiciones son a veces ingeniosamente expresivos y éste: "It's the end of the world as you know it" (este es el fin del mundo tal como lo conocemos) no esconde una buena dosis de ironía en esa especie de postureo (esta palabra vale para todo) apocalíptico. Como además esa naturaleza paradójica está también en la propuesta plástica, puesto que las imágenes representan fabulaciones de escenas situadas en el futuro a partir de la actual problemática político-social, una pintura que para mayor precisión podría llamarse de ficción histórica, pienso que al pintor le motiva más buscar la excelencia en lo artístico que el activismo político, más la pintura que la denuncia, en la impactante sobriedad de sus dramatizaciones estéticas, sobre todo en los pasteles sobre papel. Más que cambiar el mundo intenta darnos una versión de él, en la que el espectador se reconoce y que por tanto comparte en complicidad, atraído por su fantasía y su jugar con la utopía desde su negación y parodia sin que eso signifique no sentirse concernido, y comprometido, con cuanto en el mundo sucede.

Ausentes en esta muestra pinturas dedicadas a glosar supuestas reyertas callejeras en Madrid y Toledo y su represión, imágenes de alguna mayor crudeza y objetiva violencia que sí estuvieron en la exposición primera de la Fundación BilbaoArte, la historia ficción que vemos incluye óleos sobre lienzo sobre una imaginaria guerra en Corea del Norte, como la ejecución del líder King Jong-un, o un sonriente soldado americano desplegando su bandera ante el monumento al líder norcoreano Kim Il-sung en Pyongyang.

Hay un buen número de guaches, la llamada "pintura de cartel", procedimiento con el que el artista realiza pinturas muy sugestivas, imitando la portada de importantes publicaciones del mundo, sobre las distintas temáticas que aborda. Pero lo más digno de admiración son las obras realizadas con la difícil técnica del pastel, en blanco y negro. En ellas desaparece la similitud con la fotografía cuando apreciamos la belleza de los valores específicamente pictóricos y la extrañeza de la quietud de las figuras compatible con la expresividad e intensidad que desprenden. Impresiona el virtuosismo de las delicadas texturas, los efectos del difuminado y la cohesión y lógica compositiva. Ejemplo supremo, el retrato de Putin, en actitud declamatoria y en un trance como de abstracción, pero también extensivo a otras pinturas de la serie. Pocas veces las meras presencias físicas tuvieron tanto de producto estético como en la pintura de Kepa Garraza. El artista obtuvo el premio al mejor proyecto en la feria Estampa.

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