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Pelayo Ortega, la obstinada individualidad de su ecléctico discurso

El "narrativo concreto" fusiona admirablemente en su pintura la gestualidad de la abstracción, la construcción geométrica y los neoexpresionismos europeos

Pelayo Ortega, la obstinada individualidad de su ecléctico discurso

Como dice el título de esta exposición, vuelve Pelayo Ortega a la Galería Cornión (y esta vez por Navidad) como lo hiciera otras tantas veces, con la nostalgia del retorno a sus orígenes en la pintura, a los paisajes de su ciudad y a la amistad de sus amigos. Y lo hace con una obra que, siendo un resumen en formatos pequeños y medianos de su trabajo en los últimos años y según leo de su última exposición en la Marlborough de Madrid, nos vuelve a poner de manifiesto lo que Pelayo siempre ha sido: un pintor en permanente renovación pero también siempre idéntico a sí mismo, un artista que no suprime su memoria anterior y "utiliza material pictórico de la propia historia para seguir adelante", como él mismo dijera cuando su exposición de "recapitulaciones" de 1995, con motivo del homenaje que le fuera dedicado en el impagable certamen de pintura de Luarca.

"Siguiendo adelante", y desde entonces, muchas cosas se han sucedido en la obra de Pelayo Ortega, aparte del reconocido reconocimiento nacional e internacional, sobre todo desde comienzos de siglo cuando abrió para ella nuevos "campos de pintura" y en ese trance dio paso a una abstracción que tanto la enriquecía con suculentos empastes gruesos, enérgicos trazos expresionistas e intensos cromatismos.

Sin embargo tales ricas contaminaciones plásticas no suponían la desaparición del anterior y ágil fauve lineal, ni de ese "algo de Dufy chino" que, como decía Dis Berlín, tenía Pelayo Ortega, ni por supuesto de las horizontales y verticales mondrianescas, porque todo eso estaba y sigue estando, así lo vimos, en la genética artística de este pintor. Tampoco las bases conceptuales se ausentan, porque si Bonet Correa dijo en un tiempo que Pelayo era un pintor narrativo y concreto, la narratividad y el motivo, junto a la singularidad icónica de su universo, expresado con la autonomía de su trazo y pincelada, permanecen. Eso le permite alejarse de los peligros del mero formalismo que acechan a cierta abstracción concebida en el vacío y moverse en libertad y con sabio eclecticismo entre los neoexpresionismos europeos, la gestualidad de la abstracción y la construcción de la geometría, para permitirse el lujo de ser él mismo con la mayor naturalidad: mi pintura, mis reglas.

Como sucede con buena parte de lo mejor de la pintura moderna la obra de Pelayo se abre a la posibilidad de interacción de diferentes formas expresivas. En ocasiones eso pasa por la redefinición del espacio pictórico, fragmentado, subdividido como para explorar varios niveles de significación en función del motivo, a veces empujando la pintura hacia el desequilibrio logrando desde la composición un lenguaje visual más eficaz. Desde la coherencia en su evolución artística, plantea su personal posición en el permanente conflicto entre representación y abstracción, rompiendo o metamorfoseando ambos conceptos y algo parecido sucede en las relaciones entre dibujo y pintura que a menudo atiende al criterio de Frank Auerbach, según el cual dibujar es crear una arquitectura de textura y peso?, y en fin entre la esencialidad esquemática, la pureza geométrica y cromatismo frío, sobre eso hay en esta muestra algunos papeles memorables, y las densidades de la pasta pictórica, táctil y coagulada luz de colorido intenso.

Y todo viene del compromiso y la pasión de Pelayo Ortega hacia la pintura. Él pertenece a una especie de pintores caracterizados por recuperar la individualidad para la pintura con obstinación mediante discursos de exigente autoindagación, libres, eclécticos y por fortuna excéntricos, tan diferentes entre sí y tan cercanos en muchos aspectos al mismo tiempo, como pueden ser Torres García, Dubbuffet, Klee, Auerbach o el más abstracto Jonathan Lasker, bien cercanos al pensamiento y el sentimiento del pintor de Mieres y Gijón.

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