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Ciencias sociales

Economía somos nosotros

La degradación del hombre, derivada de un enriquecimiento externo que implica su raquitismo interior

Poco cabe decir sobre la obra y pensamiento de un gran hombre como fue José Luis Sampedro, cuya lúcida mirada y obstinado compromiso social dejó huella en un mundo cada vez menos humano y más técnico y mercantilizado. Escritor, humanista, principalmente pensador y economista, Premio Nacional de las Letras Españolas a quien en 2010 se le otorga la Orden de las Artes y las Letras de España. "Sólo los ingenuos y algún premio Nobel de economía llegan a creer que nuestro mercado encarna la libertad de elegir, olvidando algo tan obvio como que sin dinero no es posible elegir nada", nos dice Sampedro con ese discurso tan acertado y realista, valiente, tan necesario en estos tiempos de canibalismo y ferocidad extrema; precisamente bajo estos términos y sus implicación se publica este libro, cuya edición se ha llevado a cabo con la colaboración de la Asociación de Amigos de José Luis Sampedro. En el prólogo se desvela el origen de esta obra: "En 1982 la Fundación Universidad-Empresa editó el libro titulado Los estudios de un joven de hoy, dedicado al entonces Príncipe de Asturias con el objetivo de que le sirviera de formación multidisciplinar en su incipiente vida adulta. José Luis Sampedro fue el encargado de escribir el capítulo sobre la economía que sintetiza estupendamente el objetivo, instrumentos y mecanismos de esta ciencia social. Más aún, el artículo es una muestra de su visión de la Economía: una visión más humana, cercana y crítica con el funcionamiento de un sistema económico que en el ideario colectivo ha acabado confundiéndose con la crematística: el arte de hacerse rico".

El autor nos ofrece su particular definición de mercado, la más realista, la que nadie nos cuenta y, aquella, que tal vez no interese revelar. Economía somos nosotros, insiste, pues cada acción y movimiento tiene repercusiones económicas. Insiste en la parte social de esa economía: "La economía es una actividad social". Nos recuerda algunos factores a tener en cuenta como el mal utilizado argumento de la libertad: "En el mercado nadie es libre si no tiene dinero; ni puede elegir desde la pobreza. Hay libertad para los pudientes y tanta más cuanto más posean". Señala: "Sólo los economistas académicos -habitualmente sin problemas económicos- pueden utilizar ese lenguaje sin perder su seriedad". Y para ello nos ofrece algunos ejemplos significativos: "Para expresarlo con un ejemplo de un Premio Nobel como Samuelson, podría ocurrir que el precio de la leche se ajustara, en efecto, a la demanda, pero a un nivel tan alto, si escaseara el producto, que los ricos pudieran pagar la leche para sus gatos, mientras que los pobres no podrían adquirir la necesaria para sus hijos". Insiste: "No ofrezco un ejemplo artificioso, sino algo frecuente en el escenario mundial. Como afirman dos autores solventes su libro Una sola tierra -R. Dubos y B.Ward-, con las proteínas de los peces capturados en la cosa sudamericana del Pacífico podría alimentarse a los niños desnutridos del Tercer Mundo, pero la mayor capacidad de compra la desvía hacia pesebres en los países ricos, donde alimentan ganado que proporcionará una carne suculenta. Es el mismo caso de la leche, pero en dramática escala". Esto afecta no sólo a la vida exterior y práctica, cotidiana del ser humano, también al sistema de valores que se ha visto seriamente alterado por estas condiciones: "El desarrollo económico, tan fomentado por todos los países, procura producir cada vez más cosas vendibles, pero no se interesa por el perfeccionamiento del hombre -salvo como productor de trabajo- ni por los goces de su vida interior. Es un desarrollo cosificado más bien que progreso humano". En conclusión: "La degradación del hombre, derivada de un enriquecimiento externo que implica su raquitismo interior".

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