La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Miguel Galano y la f idelidad al temblor

El pintor asturiano elige para su primera muestra en Cornión una veintena de sus personales paisajes

Miguel Galano y la f idelidad al temblor

Alejado de las "ondas dominantes", como él mismo explica, Miguel Galano (Tapia de Casariego, 1956) se siente el vástago de un linaje de artistas a los que les interesa la pintura como emoción y la originalidad como insistencia en los orígenes, esto es, en las raíces. "Lo nuevo no es un valor por sí mismo, lo que vale es el temblor", afirma. Y, además de esa querencia por los veneros, ejerce una honradez intelectual que le impide el fingimiento, el cortejo de las modas, el seguimiento acrítico de lo que dicen que se lleva o cotiza. "Sé qué tipo de pintor no soy", añade. Y lo subraya con la convicción de quien ha tardado tiempo en encontrar su propio estilo, perdido durante años en los estilemas de los demás -los grandes, claro-, hasta dar con un camino pictórico que hoy sabemos sólo suyo, aunque tenga su tradición y su genealogía. Se ha convertido así, por esa fidelidad a la pulsión que describe como su "brújula interior", en uno de los notables paisajistas y retratistas españoles de los últimos años.

Una exposición suya despierta siempre el interés de los buenos aficionados y de la crítica. Expectación, por tanto, con la inauguración ayer en la gijonesa sala Cornión de una esperada muestra con la que la galería ha celebrado, además, sus tres décadas y media de actividad. La última salida pública de Galano fue en el otoño de 2013, en la madrileña Utopía Arkway, donde colgó una serie de cuadros inspirada por Cracovia, considerada la capital espiritual de Polonia. Reúne ahora en Gijón una veintena de obras fechadas a lo largo de los últimos doce años, desde 2004 ("Ferrera"), la más antigua, hasta el óleo sobre lienzo "Nevando en Kungs Parken", de este mismo año.

Galano ha optado por no poner título a una exposición centrada en los paisajes, uno de sus grandes temas como sabemos, y en la que hay varios cuadros de motivo asturiano y gijonés: "Tarde en el Evaristo Valle", "Chalé donde El Piles", "Noche en Cimadevilla", "Camino de El Tragamón" o "Corot en Somió", un homenaje al maestro francés, uno de los ilustres paisajistas de todos los tiempos. El pintor despliega, en esa veintena de trabajos, distintas técnicas y recurre a formatos variados: del extraordinario óleo sobre lienzo "Invierno en Assistens Kirkegard" (114 por 146 centímetros), a óleos sobre lino o sobre papel y tabla, aguafuertes o la tabla "Penouta", en referencia al misterioso enclave boalés y sus túmulos.

Para su primera muestra en Cornión, Galano ha optado por paisajes asturianos, suecos y daneses. Son imágenes que proponen esa patria afectiva y septentrional que el artista viene pintando con encomiable constancia, desde sus característicos colores apagados y los matices de la luz. Un mundo de nieblas y árboles, de muros y casas, de nieves y jardines, con los que el artista tal vez se pinta a sí mismo. No hay aquí retratos o autorretratos, pero explica: "El retrato me interesa porque ha contribuido a mi manera de pintar el paisaje, al que intento trasladar lo elemental de aquél: el alma del retratado".

Comparte Galano con algunos otros pintores asturianos de su generación una estética de expresión neorromántica, a falta de una palabra mejor, caracteriza por el ahondamiento en paisajes norteños, velados o extrañamente iluminados, que son finalmente atmósferas de sentido, emociones sostenidas, hon- dura que huye de los enfatismos, complejas simbolizaciones por la sola fuerza de la pintura desplegándose sobre las distintas superficies elegidas.

Pintor de gran técnica y de una solevente paciencia, Galano rara vez defrauda. Tal vez porque, según confiesa, esperó muchos años (hasta los cuarente y bastante tiempo después de licenciarse en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando) hasta "encontrar una voz". Dueño de una figuración muy personal, que implica la absorción de soluciones abstractas, le preocupan poco las etiquetas: "Lo que tiene importancia es ponerse delante de un cuadro y que nos transmita algo, que se produzca ese milagro; delante de un cuadro debería ocurrir algo, y cuando se produce ese milagro para qué vamos a racionalizar".

Hay en esta muestra de Cornión como un homenaje a esos lugares que Galano lleva a sus cuadros para que pase algo, para que veamos el dios de los sitios. Y sin temor a la búsqueda incesante de los secretos del paisaje: "En realidad, lo que me interesa es profundizar en mi camino; bastantes vueltas di hasta encontrarlo". El poeta y crítico Juan Manuel Bonet le acaba de dedicar un libro que se presentará este mes en el Museo de Bellas Artes de Asturias.

Compartir el artículo

stats