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Libros

Pinceladas biográficas

Los retratos de vidas de Eugenio Baroncelli

"Un escritor es una persona que dedica años enteros a descubrir pacientemente la segunda personalidad que lleva dentro y el universo que le ha formado así", dijo Orhan Pamuk al recoger el premio Nobel. Probablemente para descubrir esto, el profesor italiano Eugenio Baroncelli dedicó mucho tiempo a la selección de rarezas, esguinces y cotidianidades en las vidas de todos aquellos que pueblan su universo. A personajes que proceden de la Historia, de la Literatura o de la casa vecina se les extrae de su maremágnum vital los dos o tres anecdóticos gestos que son susceptibles de convertirse en categoría.

Si para cualquier buen biógrafo es imprescindible conocer cada mínimo detalle del biografiado -cuanto más ahonde en los pormenores más cerca estará de esa verdad absoluta a la que aspira como ideal- a Baroncelli, por el contrario, le bastan dos o tres pinceladas para mostrarnos lo que merece la pena de una vida. En este sentido construye más bien antibiografías. Con dos o tres brochazos pasados por su filtro personal, nos asoma a las doscientas sesenta y siete vidas que aquí se agrupan por secciones: "Amantes", "Diablos y magos", "Freaks" o "Incurables" son algunos de los títulos de éstas, que ya pueden dar una idea de quiénes se juntan a su cobijo. En la titulada "El cielo", por ejemplo, se nos muestra a Brewster McCloud, el planeador: "Nació en Popular Bluff, Misuri, en 1915. De pequeño, deslumbrado por el apellido que le había tocado y por una descolorida instantánea de Otto Lilienthal en la que se lanza con alas, subido a una inverosímil estructura, desde la cima de una colina sin importarle la altura, desarrolló una exagerada irreverencia hacia la fuerza de la gravedad [?]. No renunció a su quizá anacrónico empeño hasta 1970, cuando descubrió que estaba atrapado dentro de una fantasiosa película de Robert Altman".

Libro fascinante y personal, consigue apropiarse de cientos de biografías, con sus excentricidades, pero también con su normalidad más absoluta, entreteniéndonos y enseñándonos ese mundo que hay más allá de nosotros pero que, paradójicamente, suele comenzar donde acaba nuestra nariz. Nuestro yo y el de nuestros semejantes nos fascinan y atrapan en una espiral ególatra sin la que el mundo no sería mundo.

"Nació en Génova, en 1954. Acabada la secundaria encontró trabajo en el mercado como pesador de pescado. Día tras día se levantó en el corazón de la madrugada para no acabar hasta las once de la mañana. La vida le dibujó en el rostro rasgos huraños. El tiempo le endureció las manos como a un púgil. Por las tardes se ponía en las esquinas de las calles a mendigar un poco de pan que no necesitaba, y si alguien le ofrecía esa caridad la rechazaba. Los domingos iba al aeropuerto para ver despegar los aviones. 'Así me siento una insignificancia vista desde las ventanillas del avión'". Se llamaba Ermanno Dinard, y de vidas como la suya, acompañadas de otras más sonoras -Séneca, Cervantes, Eugenio Montale, Lezama Lima, Luis XIII, Góngora, Darwin o Gógol- está repleto este libro encantador que el lector puede empezar a leer por cualquier página, porque todas, con su rara poesía de la existencia, resultan igual de sugestivas.

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