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El gemelo canadiense

Paul en el Norte, último libro de Michel Rabagliati, relata una llegada a la adolescencia en el Montreal olímpico

El gemelo canadiense

En los Juegos Olímpicos de Montreal 76 Canadá no ganó ninguna medalla de oro. En cuanto a Paul, tenía 15 años, se enamoró y su chica lo dejó por un chaval que leía La interpretación de los sueños de Freud, tocaba el piano "para pasar el rato" y dormía entre posters de Pink Floyd y de Led Zeppelin.

Paul en el norte (Astiberri) la última de las historias sencillas de Michel Rabagliati (Montréal, 1961), prosigue la construcción de una autobiografía generacional en la que los detalles descubren que en la Canadá desconocida de 1976 cualquiera podía vivir un hermano gemelo. Porque manda el tiempo, no el espacio, el adolescente de 1976 era indolente en el mismo grado que su padre, veinte años antes, era un diligetne aprendiz de imprenta que daba el jornal a su madre. La familia de 1976 dejaba de ser extensa alejándose de abuelas y tías y los chavales con granos ahorraban para comprar una Kawasaki 100, lo último, aunque se conformaban con la mobilette Puch maxi. En posibles y disparatados viajes en autostop recogían el coche del depredador sexual de menores, la furgoneta jipi y el camionero que cobraba en conversación y servicio despertador para soportar jornadas de conducción bárbaras. Si el lector ronda la edad de Rabagliati, un historietista tardío, en las historias de Paul le sonará algo más que Peter Frampton cantando y tocando a la guitarra "show me the way".

No todos los recuerdos serán tan epidérmicos. En Paul en los Scouts (Astiberri, 2014) el terrorismo pasa tangencialmente por la vida de un Paul de 9 años, (octubre de 1970, Frente de Liberación de Quebec). El libro hace recordar que, cuando el terrorismo era local y los asesinos y las víctimas, cercanos, no estaba tan tensado por los medios de comunicación en auxilio de las autoridades. Se moría igual pero con menos industria.

Rabagliati (que creció leyendo el semanario "Spirou" y a los maestros francobelgas y debutó acompañando a Chester Brown, David Collier, Seth y Joe Matt) relata sus cotidianidades con una modulación de la expresividad emocional muy discreta y agradable y las dibuja con una capacidad limitada pero creciente en su estética y su narrativa visual.

Sus libros dan una buena oportunidad de acercarse a un tiempo y a un espacio de un modo agradable pero no bobo. Un lector de cualquier edad puede reconocer la vida que hay en ellos pero uno cincuentón reconocerá a su gemelo canadiense.

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