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JOSEP FONTANA | Historiador

"Analizo los efectos globales que produjo el miedo a la Revolución rusa"

"El fracaso de ese gran cambio comienza a gestarse cuando se antepone la defensa de su supervivencia a la transformación de las condiciones de vida de los ciudadanos"

"Analizo los efectos globales que produjo el miedo a la Revolución rusa"

Josep Fontana (Barcelona, 1931) es historiador de largo aliento, acostumbrado a las amplias panorámicas históricas, que combinan el foco sobre acontecimientos concretos con el relato global. Eso es lo que hace en El siglo de la revolución, su último libro, en el que analiza el devenir del mundo desde 1914 con la irrupción de la Unión Soviética como hilo conductor.

-¿En qué consiste el nuevo enfoque que usted propone sobre la Revolución rusa?

-No propongo un nuevo enfoque sobre la revolución, sino sobre cuáles fueron sus efectos globales, determinados por el miedo que produjo, no tanto a lo que pudiera representar el Estado soviético, como a la posibilidad de que el ejemplo se extendiera a otros países. Entre las víctimas de este pánico tenemos, por ejemplo, la Segunda república española, recibida con desconfianza en sus comienzos y abandonada al fascismo en 1936, por un miedo, totalmente injustificado, a que "cayera en manos del comunismo".

-¿El estalinismo quebró un proyecto que pudiera haber evolucionado hacia un sistema más abierto?

-Parece claro que la línea propuesta por Bujarin de avance gradual sobre la base de continuar la línea de desarrollo agrario implantada por la NEP, con el desarrollo gradual de los modelos de planificación que se estaban elaborando, hubiera cambiado muchas cosas, evitando, por ejemplo, las víctimas que desde el primer momento causó la política de industrialización forzada de Stalin.

-¿En qué momento se consuma el fracaso histórico de la revolución?

-Habría que matizar aquí la naturaleza progresiva de este fracaso, que se inicia cuando el Estado soviético, sintiéndose asediado, prioriza defender su supervivencia a transformar las condiciones de vida de sus ciudadanos y acaba cuando, a partir de los años sesenta, se limita a hacer una política de gran potencia y se muestra incapaz de aceptar cambios como los que se proponían en la "primavera de Praga".

-Con el impacto que tuvo en el siglo pasado ¿no resulta excesivo afirmar que la guerra fría fue sólo una ficción interesada?

-Yo no diría "sólo", pero está claro: primero que la Unión Soviética no tenía ninguna intención de conquistar el mundo "libre", y eso los norteamericanos lo sabían, y segundo que Estados Unidos nunca se propuso conquistar la Unión Soviética: Eisenhower afirmaba que lo peor que les podría pasar si había una guerra contra la URSS sería ganarla, y Reagan se sorprendió en 1983 de que los rusos pensasen que pretendían atacarles. ¿Qué clase de guerra es una en que ninguno de los dos contrincantes potenciales quiere hacerla?

-¿La economía mató al comunismo?

-En cuanto se refiere a la URSS, no es esta la opinión de los historiadores económicos que han estudiado la evolución de la economía soviética. El crecimiento seguía y el auténtico desastre se produjo cuando con Yeltsin se emprendió una política de privatización que se convirtió en un saqueo incontrolado. Otra cosa es considerar la economía del imperio (Polonia, Alemania oriental, etc.), que se había convertido en una carga insoportable para Moscú.

-¿Cuando Warren Buffet asegura que "hay una guerra de clases, pero es la mía, la de los ricos, la que está haciendo esa guerra y vamos ganado" está constatando el triunfo de la contrarrevolución?

-La guerra de clases de que habla Buffett, que nos ha llevado a la situación actual de desigualdad creciente, no se ha ganado contra la Revolución soviética, sino contra los avances conseguidos por la socialdemocracia después de la Segunda Guerra Mundial (el Estado del bienestar, etc.) que, a su vez, tenían uno de sus fundamentos en el miedo a la expansión del comunismo.

-¿Es posible pensar hoy una acontecimiento de la magnitud que tuvo la Revolución rusa?

-No es posible prever estos acontecimientos. Los grandes momentos revolucionarios, como el de Francia en 1789 o el de Rusia en 1917, se produjeron donde y cuando el orden establecido no los había previsto y no estaba preparado para reprimirlos. Castro pudo llegar al poder en una de manera imprevista, pero ningún otro intento castrista prosperó en América Latina (el ejemplo de Guevara y de Bolivia lo demuestra), porque ya se estaba preparado para hacerles frente.

-El agudizamiento de las desigualdades al que asistimos es, según usted, "el comienzo del fin del sistema que la engendrado". ¿Estaríamos entonces en el umbral de un gran cambio?

-Los historiadores sabemos, por nuestro conocimiento de los errores de las predicciones de este tipo, que el oficio de profeta está condenado al fracaso. Son sobre todo economistas, sociólogos y politólogos quienes hablan de "postcapitalismo" y de transición. Hay una extensa bibliografía sobre el tema. A los historiadores sólo nos corresponde tratar de explicar cómo se ha llegado a esta situación. Lo que haya de suceder lo decidiremos entre todos.

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