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Casi todo lo que subyace a la crónica sangrienta del mundo

La vinculación entre (in)justicia y economía mundial es la línea fuerte de pensamiento del filósofo político británico Leif Wenar. De ahí que Petróleo de sangre, título ya de abrumadora capacidad de evocación, se subtitule "Sobre tiranos, violencia y las reglas que rigen el mundo". Porque el petróleo es sólo la punta del iceberg de las densas cadenas de suministro precisas para que cada uno de nosotros acometa su s actividades cotidianas. ¿Ordenador? Sangre. ¿Teléfono? Sangre. ¿Coche? Sangre. Pero también: ¿Naranjas? Sangre. ¿Camisetas? Sangre y, por supuesto, ¿libros? ¡Sangre! En realidad, conocemos la maldición de los recursos naturales, pero la vemos inevitable. Y, según Wenar, no lo es. Para espantar la tentación de resignarse, el filósofo establece el mapa de la sangría y los modos en que contribuimos a ella, antes de explicar los mecanismos para oponerse y, por último, proponer un plan de acción. Imprescindible.

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