La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Arte

Mónica Dixon, mucho más que casitas pintadas

Una serie con aura: sus arquitecturas de interior, mágicamente orquestadas de luces y sombras

Nacida en Estados Unidos, (New Jersey, 1971), Mónica Dixon Gutiérrez de Terán es asturiana de Oviedo, donde vive y trabaja y donde ha venido desarrollando una trayectoria artística en la que hay que destacar, por lo menos considerando los últimos años, su notable actividad en lo que se refiere a participación en certámenes de pintura, tanto los que se convocan en Asturias como en otras partes de España, en los que por cierto resulta premiada o seleccionada en numerosas ocasiones.

De esas participaciones, y puede que de alguna exposición individual, que han sido menos frecuentes y relevantes que aquellas, tenía yo el recuerdo de un motivo pictórico muy recurrente: unas peculiares y atractivas casitas que aparecían como extraviadas, ensimismadas de algún modo, en la absoluta soledad de enormes superficies espaciales, cielo y tierra sin presencia humana ni vegetal. Imágenes arquetípicas de alguna arquitectura rural americana y bien tratadas pictóricamente, tenían, y tienen, porque también se exponen en la muestra de ahora, su encanto, y en la percepción como motivo adquieren cierto aire surreal- infantil por el que han sido vistas como parte de una secuencia onírica. Sin embargo no adquieren verdadera personalidad de "extrañeza" esa ambigüedad de lo incognoscible que se cierne inquietante sobre ellas, expuestas quizá a fuerzas invisibles, como puede suceder por ejemplo con las casas hopperianas, tan a menudo góticas o metafísicas, que alguna vez se han citado al respecto.

Si me he extendido en eso del principio de incertidumbre, esa atracción misteriosa, es porque Mónica Dixon logra algo muy parecido, aunque ese sea el menor de sus méritos, con otra serie de piezas que, en un proceso de abrupta reinvención y admirable incoherencia, también figuran en esta exposición. Bellísimas pinturas, y con aura, estas arquitecturas de interior mágicamente orquestadas de luces y sombras. Quizá inconscientemente, la artista se desliza por valores que son propios de la mejor fotografía en blanco y negro, el de su apariencia de veracidad literal y el de su estética, y los retoma para la pintura, que luego sigue la inspiración de la escuela metafísica italiana que siempre vio simbólicas revelaciones en las formas de la geometría, de modo que entre la lección de la fotografía, la figuración arquitectónica y la abstracción geométrica, realiza Mónica Dixon esta interesantísima experiencia artística, que espero le haya resultado tan satisfactoria como lo es su contemplación para el espectador, que siempre agradece ver pinturas tan reflexivas y bien pintadas y que dejan tras la primera mirada un regusto estético permanente. De lo mejor que se ha visto últimamente.

Compartir el artículo

stats