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La ley del mercado es la actual ley de la selva

Dios no vive en La Habana, el cambio de escena de Yasmina Khadra

En el año 2000, Mohammed Moulessehoul (Kednasa, Sáhara argelino, 1955), comandante del Ejército de Argelia, decidió abandonar las armas y dedicarse por completo a la literatura bajo el seudónimo de Yasmina Khadra. En ese momento ya llevaba varios años combatiendo con las fuerzas militares del gubernamental FLN al terrorismo islamista radical, en la cruenta guerra civil que asoló las tierras de su patria desde 1991, con casi 200.000 muertes entre civiles y militares, a los que hay que sumar setenta periodistas extranjeros destinados a cubrir el conflicto. Este paso se decidió a darlo después del éxito cosechado por lo que se conoció como la trilogía de Argel - Morituri, Doble blanco y El otoño de las quimeras-, publicada en España por la editorial Almuzara. A lo que se sumaron su autobiografía, El escritor, y El atentado, su enorme éxito, una novela sobre el absurdo de las ideologías que niegan al otro, una actitud que considera que nos deshumaniza en una violencia que muestra el fracaso del sentido común. La última novela que nos llegó a las librerías españolas trataba sobre las últimas horas de Muamar el Gadafi, La última noche del Rais (2015) y que reseñamos en estas páginas.

Ahora, Yasmina Khadra nos ha vuelto a sorprender, pues abandona las arenas del norte de África y sus conflictos para adentrase en la Cuba de hoy. Dios no vive en la Habana es su última novela y a través del personaje Juan del Monte Jonava, alias don Fuego, nos mostrará los cambios que la incipiente privatización está provocando en la estructura social y económica de la Cuba actual. Juan del Monte, desde hace cuarenta años, era la voz de la música de la patria, de la rumba y el son -que odia el reguetón, "música escandalosa para comemierdas"-, en el Buena Vista Café, pero la política de privatización emprendida por el Partido obliga a cerrar el local al haberlo comprado una señora de Miami, la cual pretende darle otros usos. Nuestro protagonista, que nunca ha salido de Cuba, cree que eso no le afecta, pues se considera una voz imprescindible de las noches de La Habana. Sin embargo, con sus sesenta años se ha de enfrentar al nuevo mercado laboral que se ha instalado en la isla y comprende que "la ley del mercado no es más que la ley moderna de la selva" (pag. 73). Cuando el protagonista tiene alguna duda respecto a cuál será su siguiente paso, busca el consejo de su amigo Panchito, un anciano y filósofo de la zafra, que basa su filosofía en datos concretos porque lo ha visto todo en este mundo y ha llegado a la conclusión de que "es más fácil amaestrar a un cocodrilo que hacer cambiar de opinión a un imbécil" (pag. 101) y de que "soñar no es esperar, sino intentar alcanzar la meta contra viento y marea" (pag. 103).

Así, utilizando a esos dos personajes, Yasmina Khadra nos remonta a la Cuba anterior a la Revolución, cuando era el paraíso de los ricachones de Florida, de las familias de Baltimore y de los contrabandistas de licores. Un mundo en el que el ciudadano tenía derecho a morirse de hambre, pero no a protestar por las persecuciones. Después nos internará en la actual Cuba Revolucionaria para establecer el paralelismo con Argelia y volver a sentenciar su visión de las ideologías "que tienen más de negocio que de lavado de cerebro" o de las revoluciones "que se conformaban con cambiar las tiranías en vez de derrocarlas". Para rematar con su visión de la verdadera religión: "cree en un solo dios, único e irrefutable, el que lo hace y deshace todo en este mundo: el tiempo, y solo reconoce un profeta, el azar" (pag. 65).

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