La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El techo de cristal también tiene color

Cuando al sexismo académico se añade el racismo

Joan Anim-Addo, escritora, catedrática y directora del Centro de Estudios Caribeños de la Goldsmiths University, Londres, sabe que conseguir una cátedra, siendo mujer y además negra, no es fácil. Así lo explicó tras una conferencia en la Universidad de Oviedo el pasado noviembre. Su afirmación resulta sorprendente, sobre todo si se tiene en cuenta el impacto demográfico y cultural de los distintos flujos migratorios llegados a la Madre Patria desde África, el Caribe y Asia a partir de la II Guerra Mundial y el hecho de que el Reino Unido pre-Brexit abanderara el multiculturalismo, especialmente desde la victoria laborista, en 1997, de Tony Blair hasta 2011, cuando el conservador David Cameron declaró que el denominado "multiculturalismo de estado" había fallado. Lo significativo de la afirmación de Joan Anim-Addo no es solo que identificara el problema de la escasez de representación de personas negras dentro de la academia británica, sino que, hiciera hincapié, específicamente, en la falta de mujeres negras.

La escasa presencia de minorías étnicas en la academia británica salió a la luz en 2014 tras el debate generado en la University College London en el marco de un panel titulado "Why isn't my Professor Black?" en el que se intentaban comprender unas cifras alarmantes. De entre las casi 20.000 cátedras existentes por aquel entonces, sólo 85 estaban ocupadas por personas negras. La opinión pública se hizo eco de unos datos claramente discordantes con la diversidad étnica y cultural de la sociedad: según estadísticas oficiales el 87% de la población es blanca y el 13% restante es negra o perteneciente a un grupo étnico minoritario. Además, datos de la Agencia Estadística de Educación Superior (HESA) constatan que esta diversidad se transfiere a las aulas universitarias, donde el 79% del alumnado es blanco y el 21% restante negro o de un grupo étnico minoritario. Lo que no transcendió con tanto énfasis fue que de esas 85 cátedras la inmensa mayoría estaban ocupadas por hombres.

El techo de cristal, la brecha salarial y la discriminación racial son una realidad en la academia británica. A los datos ya comentados, habría que añadir un informe publicado en 2013 por uno de los principales sindicatos universitarios (el UCU), según el cual las catedráticas ganan de media un 6,3% menos que sus colegas varones y el profesorado catedrático negro un 9,4% menos que el blanco. Además, la Equality Challenge Unit en un informe de 2016 señala que el porcentaje de catedráticos dentro del profesorado blanco es de 70,5% frente a un 21,8% de catedráticas y, en el caso de profesorado negro o de una minoría étnica, es de un 6,1% de catedráticos frente a un 1,6% de catedráticas.

Con el fin de facilitar el ascenso académico de las mujeres y las minorías étnicas en las instituciones de educación superior se han puesto en marcha iniciativas reguladoras a nivel nacional que reconocen la existencia de barreras institucionales que dificultan su acceso y progreso en la academia. Una de ellas es Anthena Swan Charter, que surge en 2005 con el compromiso de impulsar el progreso de las mujeres en la investigación y la educación superior, inicialmente en el ámbito de las ciencias, si bien en 2015 se extiende al ámbito de las humanidades. La otra es Race Equality Charter, dirigida a promover el avance y la representación de profesorado y alumnado negro.

Si bien medidas como éstas resultan cruciales, que aborden la discriminación racial y la de género por separado indica que obvian que las dificultades a las que hacen frente las mujeres negras en el ámbito académico son significativamente distintas a las de las mujeres blancas y a las de sus colegas negros. Para que estas iniciativas sean realmente eficaces, habría que adoptar un enfoque interseccional que tenga en cuenta el sexismo, el racismo y el clasismo, entre otras estructuras de opresión que interactúan en la discriminación de las mujeres negras.

Cabría tal vez cuestionarse que sea yo, una académica, feminista y blanca, la que esté tratando de dar visibilidad aquí al problema de la falta de representación de las mujeres negras en el mundo académico británico. Por ello, invito a leer el ensayo de Hazel V. Carby, ¡ Mujeres blancas, escuchad! (1982), todo un grito en favor de que se visibilice a las mujeres negras, se las escuche y se les permita tomar la palabra, de modo que las feministas blancas no actuemos como sus ventrílocuas y reproduzcamos patrones esencialistas que las continúan oprimiendo y silenciando. ¡Hagámoslo ya!

Compartir el artículo

stats