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Libros

Disquisiciones sobre la identidad

Sònia Hernández y El hombre que se creía Vicente Rojo

Como indica el título de la novela, la narración de El hombre que se creía Vicente Rojo se centra en la identidad personal, en cómo perseguirla, en cómo adaptarla a las propias circunstancias y en cómo enfrentarse a los escollos que surgen de manera natural cuando mi Yo se relaciona con el de otras personas y con los estereotipos que la sociedad levanta para marcarnos los límites a nuestra posible osadía.

Hay tres personajes principales: una madre recién divorciada, una hija adolescente y el hombre que se cree Vicente Rojo. Pero teniendo en cuenta que Rojo es un pintor español exiliado a México por motivos políticos, que la madre se enfrenta a la necesidad de ganarse la vida y de educar día a día a su hija, y que la hija no sabe cómo asumir la separación de sus padres y el cambio en su rutina cotidiana, suponemos que la novela será un compendio de situaciones con las que nos encontramos en nuestra sociedad

Hernández incorpora a su obra abundantes consideraciones sobre el valor de la experiencia, sobre los viajes como descubrimiento personal y sobre la dificultad de explicarnos con nuestros propios argumentos: "Sólo hay una forma de aprender, y es la misma desde hace miles de años, y lo seguirá siendo. Pero cada vez nos importa menos. Todo el mundo se distrae con mentiras y espejismos."

La noción de mentira se multiplica irremediablemente en posibilidades sin fin, y se funde en los conceptos de creatividad y de ficción. Si el hombre que se cree Vicente Rojo y actúa como él consigue que sus vecinos crean que es Vicente Rojo ¿puede vivir y morir como tal? Al fin y al cabo, la realidad de Vicente Rojo son sólo sus cuadros, los catálogos de sus exposiciones en el exilio y las reflexiones que ofrece en el presente su impostor, quien, si tiene éxito en su suplantación, desaparece como la persona que es (o fue), de la que ni siquiera llegamos a saber su nombre.

La autora invoca a Max Aub y su heterónimo/personaje el pintor Jusep Torres Campalans y cita a Joan Masoliver y su defensa de la obra de James Joyce, quien, ante el triste realismo de Dublín, le confiere una característica épica que lo convierte en inmortal. El escritor canadiense Robert Kroetsch (1927-2011) resumió en su día en una frase el trasfondo de tal perspectiva: "La ficción nos hace reales".

Quién sea en realidad el hombre que se creía Vicente Rojo no tiene ninguna importancia, lo que importa es cómo afecta su impostura a la búsqueda identitaria de madre e hija: la mentira es parte integral de la ficción, o esta no sería tal. Un buen ejemplo nos lo da el narrador de Illywhacker (1985), novela del escritor australiano Peter Carey, que se define mentiroso irredento en las primeras líneas, a pesar de lo cual leemos con interés las más de 400 páginas de la obra en las que desgrana la historia de su vida.

Esta es la tercera novela de Sònia Hernández, quien fue incluida por la revista Granta en 2010 en su selección de jóvenes escritores en español. A Hernández, colaboradora habitual del suplemento literario de "La Vanguardia", se le nota la veteranía en el manejo del lenguaje, si bien entre tanta cavilación filosófica se desdibujan los personajes y los sucesos cotidianos. El hombre que se creía Vicente Rojo es una novela de reflexión más que de acción.

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