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Tavares fustiga sin compasión el concepto de objetividad

Conviene aclarar que la literatura-Bloom (LB, contrapuesta a la "miserable") es la que propugna Tavares, aunque no parece preciso explicar la genealogía de la denominación. Con todo, para quienes estén poco familiarizados con su obra, ha de recordarse que Bloom es el protagonista de Un viaje a la India. Pues bien, en LB se postula que lo importante de una escritura no es la palabra sino la frase, hasta el punto de que "deberá prohibirse" toda palabra que no entienda la multitud y toda frase que, por el contrario, sí entineda la multitud. Por supuesto se excluye la "frase adiposa" o "frase sofá", víctima del adjetivo, que, esto ya no lo dice Tavares, se convierte en cadáver deambulante (zombi) cuando es mordida por las fofas tríadas azorinianas.

En LB se sostiene, además, que la frase no ha de ser "canina" (obediente) sino "frase-lobo" o "frase-tigre", y no ha de ser "piadosa" sino "cruel". Tampoco puede ser "fotográfica", porque a la LB le interesa "todo lo que es así, pero también puede ser de otra manera", no en vano "cualquier palabra siempre puede significar otra cosa, (?) tiene miles de hipótesis de existencia". Y, por si esto fuera poco, "toda frase que necesita otras para ser fuerte debe ser eliminada", porque cada frase ha de interferir, es decir, ha de "entrar en la frase anterior y en la siguiente" y "debe actuar en el texto como si el lector fuese a morir al instante siguiente". Hay, claro, mucho más en estas páginas tan recomendables para escritores en ciernes, pero está en LB.

En cuanto al aparente absurdo de la deriva ficcional en el discurso de Tavares, bastará reparar en algunos pasajes de las notas sobre la ciencia (NC) para aproximarse a su comprensión. Es en este libro donde, sin duda por influjo del profesor sobre el narrador, el autor se muestra más sistemático. Arranca del peligro como impulso de los más eficaces métodos científicos, se demora en la metodología, fustiga sin compasión el concepto de objetividad ("hay personas que no creen en la ciencia hecha por objetos"), se recrea en la subjetividad ("la alegría es un catalizador de una experiencia científica; la tristeza, un inhibidor. Sólo arriesga quien está alegre. La tristeza es anticientífica") y, zas, en un quiebro inesperado, como si quisiera burlarse una vez más de la objetividad, subjetiviza los objetos al preguntarse si mienten las cosas.

Su respuesta es nítida: suponemos que aquello que no conocemos bien no puede mentirnos. Y el diagnóstico, implacable: "Ingenuidad". Porque, nos informa el epistemólogo ficcional, "el instinto de supervivencia y el instinto de búsqueda de la Felicidad son comunes al universo de las cosas". De ahí que, concluye, "a veces, al Error del científico deberíamos llamarlo Mentira de la Realidad".

Así es Tavares. Su Ética, su Política y su Estética se mueven entre el aforismo, la invención y el apunte ensayístico. Requieren una lectura tan atenta como el más hermético de los poemas. Su Epistemología, en cambio, a ojos de quien alguna vez haya atisbado el revés del espejo, llega a parecer tan transparente que incita a plasmarla en un diagrama. Por fortuna, en LB se desliza un antídoto contra tanta excitación: "Si un texto puede reducirse a un diagrama, ¿para qué presentar un texto? Pues eso, que así es Tavares.

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