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Mario Antuña

Siempre hacia adelante

Mario Antuña

Leñadores con tutú

El Cholo Simeone está en plena reconversión. Y, en consecuencia, el Atlético de Madrid, un equipo hecho en los últimos años a su imagen y semejanza. Y la transformación está resultado dura. No es fácil dejar de ser un conjunto aguerrido, duro, de juego vertical, que impone su poderío físico para arrollar al contrario, que nunca rehúsa el contacto y en el que la norma de que, si pasa la pelota, no pasa el jugador, era ley. Ahora quiere presentarse como un grupo de jugadores combinativos, estilosos, de fino toque y jugada elaborada... Pero hasta el momento, en pleno proceso de conversión de larva a mariposa, se podría definir como un equipo de leñadores con tutú. Un ballet de piernas robustas aún sin encajar en el nuevo libreto.

A ese escenario del Vicente Calderón llegó el Sporting y se le subió al Atlético de Madrid a la barra. Sin movimientos de postureo ante el espejo, desplegaron su mejor versión, la hecha a imagen y semejanza de Abelardo: un equipo construido desde la portería y el muro defensivo, que no pierde el horizonte del área contraria. Y mientras los atléticos intentaban desplegar sus nuevos bailes con balón, los sportinguistas los frenaban sin danzas antes de que llegasen a mirar a Cuéllar. Los madrileños aún no son cisnes y los asturianos se sabían de memoria y la interpretaban a la perfección la partitura del Pitu.

Se imaginan, por ejemplo, a jugadores como Godín o Gabi, realizar por el campo un movimiento de ballet como el denominado "Ballon": salto en el que el bailarín se eleva del suelo, hace una pausa en el aire y desciende ligera y suavemente para, inmediatamente, rebotar suavemente. Me parece que no, hay que tener demasiada imaginación.

Y ahí estaba el Sporting, subido a la barra del ballet de Simeone, luciéndose ante los espejos, acariciando el empate, hasta que el Atlético, en una pérdida de balón de los asturianos, se olvidó del tutú, se puso las botas de leñador y mandó al área una de las escasas pelotas directas que jugó. Y el cisne amarillo cayó derrotado de forma cruel.

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