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Mario Antuña

Siempre hacia adelante

Mario Antuña

Se cumplió el guión

Un partido de película con final edulcorado a pesar de la derrota

Fue el partido previsto. Al menos por el guión que me había escrito antes de su comienzo, para esta película de primera que se podría titular "Guajes contra gigantes". Había que aguantarle al Barcelona los primeros veinte minutos. Después, tarde o temprano, ellos marcarían su primer gol. El Sporting le pondría garra y solidaridad, empuje y desparpajo. Todo marca de la casa. El Barsa no iba a encontrarse alfombra roja, dijo Abelardo. Goliat tendría que sudar ante David, aunque no recibiría ninguna pedrada. El resultado final no sería abultado. El comandante Lucho, Luis Enrique, cuando viese el marcador resuelto, mandaría parar. Aplacaría a sus bestias. Pitido final y todos satisfechos. El Barcelona se iría con más de media liga en las alforjas. El Sporting ofrecería una derrota digna, honrosa, hasta reconfortante. De las que dan aliento para afrontar el decisivo tramo final de la competición con la meta de la ansiada permanencia. No nos haríamos daño. Y así fue. El guión se cumplió.

El decorado no podía ser mejor. El Molinón a reventar y entregado. El canto a capela del himno fue uno de esos momentos para guardar en la memoria histórica del sportinguismo. El mejor prolegómeno para el mejor escenario. El desarrollo de la película ya es conocido y escrito está por los cronistas. El Sporting le aguantó a Messi 25 minutos, los que el pequeño gigante argentino tardó en erigirse como el gran actor protagonista. Dos minutos después, Carlos Castro se postuló para actor secundario con el empate. Pero Messi quería dejar claro que puede ser pequeño como Bogart, pero en el área tiene la misma categoría de estrella. El árbitro, ese chufletero arrogante con los pequeños, escamoteó un penalti a Halilovic y concedió un gol al astro culé en fuera de juego. Quién sabe si algo hubiera cambiado, más allá del entusiasmo general de las gradas. Y así el rodaje llegó al minuto decisivo, el 67, en el que Luis Suárez le dio el mordisco definitivo a la portería de Cuéllar.

Resuelta la trama, sólo quedaba esperar el conocido desenlace. Y fue en el minuto 22 de la segunda parte, nada más marcar su tercer gol el Barcelona, cuando Luis Enrique, satisfecho, se sienta en el banquillo, bebe un trago de agua y levanta el pulgar. Como los romanos cuando indultaban a los gladiadores. "Ya está hecho, monstruos, ahora tranquilidad", parecía decir con el gesto a los suyos. Los gladiadores sportinguistas (es injusto hablar de suplentes, reservas, equipo A o B) aún seguirían peleando en la arena hasta el fundido en negro del pitido final.

Como El Molinón es un campo propicio para el Barcelona, como Cornellá lo es para el Madrid, los únicos pitos que se oyeron fueron dirigidos a Piqué, uno de esos jugadores con paja en el cerebro. Luis Enrique, el amigo del alma que le puso el mote de Pitu a Abelardo, y éste, cumplieron con sus papeles de directores: rivalidad en el campo y amistad eterna. Besos y abrazos de despedida. El final, pese a la derrota, fue un poco edulcorado. El Barcelona tiene la Liga en la mano, el Sporting sigue fuera de los puestos de descenso. El sábado habrá otro partido más importante y decisivo ante el Betis. Pero ésa, es otra película.

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