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El observatorio

Otra historia

Un nuevo y prometedor Sporting superó netamente al Athletic, al que estuvo a punto de golear

El recuerdo del último Sporting-Athletic en El Molinón, el 6 de marzo de este año, estaba lo suficientemente reciente como para poder apreciar mejor los parecidos y las diferencias entre los dos partidos. De los equipos que salieron inicialmente ayer al campo en el Athletic apenas se registraban dos cambios, por la presencia de Bóveda e Iñaki Williams, en lugar de Etxeita y Muniain, que esta vez quedaban en el banquillo. En cambio en el Sporting las novedades eran abundantísimas, pues sólo permanecían Cuéllar y Meré (Sergio y Cases estaban lesionados entonces). La duda previa estribaba en saber si ocurriría lo mismo que entonces, que había sido más bien desastroso para el Sporting. Pero no lo fue. Entre un partido y otro hubo tanta diferencia como en el marco climático: del diluvio de entonces al sol esplendoroso de ayer. Fue el renovadísimo Sporting el que consiguió que el partido se convirtiera en algo muy diferente. El equipo por hacer, que se suponía que todavía es el actual Sporting, se impuso netamente al equipo hecho del Athletic. Sólo los minutos finales, angustiosos para los locales, pero más por sus nervios que por la capacidad de los bilbaínos para crear ocasiones, evocaron desde la perspectiva local la temporada pasada. Lo de ayer pareció el comienzo de otra historia.

¿Los fichajes?, bien

El Sporting había fichado mucho este verano. El comienzo de la Liga suponía el inicio de un examen para saber si, además de mucho, se había fichado bien. La primera prueba no pudo ser más satisfactoria. La gran mayoría de los nuevos la superó con buena nota. Lillo fue un lateral rápido y efectivo. Amorebieta impresionó por su poderío, y también por su rapidez. Víctor Rodríguez se mostró tan rápido como hábil; y listo. Moi Gómez se haría acreedor a una buena nota siquiera fuese por su espléndida participación en la jugada del segundo gol. Burgui, intermitente, dejó apuntes de gran calidad. Pero si alguno de los nuevos rojiblancos estuvo más cerca, sin demérito de sus compañeros, de parecer un verdadero hallazgo fue Cop, quizá porque en su puesto necesitaba el Sporting acertar más que en ningún otro.

Cop, más que un gran gol

El delantero croata ya había ganado mucho crédito antes del minuto 5 del segundo tiempo. Había confirmado que juega muy bien de espaldas a la portería contraria, ya que es valiente además de fuerte y, además, se mueve con mucho sentido. Conquistó muchas veces el balón en lucha con los centrales bilbaínos y lo jugó casi siempre con criterio. Lo del minuto 50 no fue, sin embargo, cuestión de aguantar y repartir, sino de rematar. Fue en un corner sacado por Burgui desde la derecha y mal defendido por la defensa bilbaína, tal vez más preocupada por Amorebieta y Meré. A Cop, en el centro del área, le tocó disfrutar de la ocasión, rara para un delantero, de que en un saque de esquina le llegue un balón que no había que disputar por arriba. Y supo hacerle los honores. Se adelantó en su búsqueda y, al alcanzarlo, conectó una volea tan fuerte como bien dirigida. Fue mérito de Iraizoz llegar a rozar aquel proyectil. Pero no pudo hacer más. Cop, que en la lengua de su país se pronuncia Chop, se estrenaba con un golazo. Por si fuera poco, en El Molinón, el campo donde creció Quini, la volea vale más.

Cerca de la goleada

Si un gol abre caminos a un equipo, un gran gol puede ponerlo en una autopista. Fue lo que le ocurrió al Sporting, que se agigantó en tanto que el Athletic se empequeñecía. Tres minutos después del gol de Cop los rojiblancos locales -ayer el Athletic jugó con una equipación verdosa- ejecutaban, para ampliar la diferencia, el contragolpe soñado. Y seis minutos más tarde enfilaban francamente la goleada con la oportunidad que brindaba el penalti con el que el árbitro sancionó una entrada de Bóveda a Burgui que no pareció merecedora del castigo, pues el central llegó al balón antes de arrollar por inercia al sportinguista. Isma López tuvo la ocasión de convertir el lanzamiento en el 3-0, pero la falló por dos veces: primero lanzó flojo y al centro, favoreciendo el rechace de Iraizoz, y luego no acertó con la portería tras cazar en el aire el rebote. El doble fallo estuvo a punto de ser compensado tres minutos después por el Sporting con un acierto superlativo de Burgui, quien, en la izquierda del área, supo crearse un espacio desde el que lanzar un cañonazo que devolvió el larguero con Iraizoz ya superado.

Y al final, apuros

El Athletic había tenido su oportunidad al comienzo del partido, cuando el Sporting, todavía nervioso, no lograba acertar en su juego de ataque, mejor concebido que ejecutado. El Athletic dominaba y el rápido Iñaki Williams sembraba el pánico por la banda derecha. Quizá si Adúriz hubiera aprovechado la clara oportunidad que tuvo ante Cuéllar en el minuto 20, las cosas hubieran seguido derroteros distintos. Pero Adúriz resbaló cuando trataba de desbordar al portero gijonés y tal vez ahí se le empezó a escapar el partido al Athletic. Trató de agarrarse a él cuando amainó el vendaval gijonés, lo que vino a coincidir con los cambios que introdujo Abelardo, pues Xavi Torres no logró tener la presencia de Sergio, y Afif, nervioso, no logró crear peligro ni casi tener presencia. Beñat tomó entonces el mando del centro del campo y la presión bilbaína puso a prueba a la defensa gijonesa. Prueba que superó de forma sobresaliente en la contención un poderoso Meré. No tanto en la salida del balón, demasiado precipitada, lo que favorecía su recuperación por los bilbaínos. El Sporting se vio entonces constreñido a hacer de yunque, tarea que se hizo más incómoda cuando en el minuto 85 una volea de Williams que le había salido desviada rozó en Isma López para encaminarse al interior de la portería de Cuéllar. Comenzaron entonces cinco minutos, ocho con la prolongación, que se le hicieron largos al Sporting, al que su público ayudó a sostenerse en pie.

Graderío a tope

En esa agónica fase final los numerosos seguidores bilbaínos trataron de llevar a su equipo hacia el empate, pero el público local respondió al envite e impuso su superioridad en un graderío vestido íntegramente de rojiblanco, de aquí y de allá. El primer partido de la temporada no suele llenar el campo, máxime si, como ayer, hace un espléndido día de verano. Que a esas tempranísimas alturas de la temporada El Molinón pusiera el cartel de "no hay billetes" no dejó de ser un hito.

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