La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Alberto Menéndez

Huir de la euforia

El Oviedo ni se descompuso tras lo de Huesca ni se desmelenó tras la victoria ante el Levante

Hace muy bien Fernando Hierro al intentar rebajar siempre que tiene ocasión la euforia a la que tan dados son los aficionados al fútbol cuando su equipo juega razonablemente bien, aunque sólo sea durante un partido determinado e, incluso, durante únicamente algunos minutos de un encuentro. Al seguidor de un equipo, el que sea, puede que con eso le baste, pero a un entrenador que se precie, serio, que sepa realmente lo que es este deporte y que se aparte de la demagogia, no. El responsable del vestuario de un equipo con aspiraciones como es el actual Oviedo no puede echar las campanas al vuelo por un partido más o menos completo que se haga, por mucho que ese juego se haya realizado precisamente ante el líder de la categoría. Como tampoco debe descentrarse tras un fracaso, por muy doloroso que sea. Sacar conclusiones sí, pero sin desquicies. Todo en su justa medida.

El Oviedo de Hierro pasó de la decepción sin paliativos a la euforia en el corto plazo de una semana, pero el técnico azul mantuvo siempre la misma actitud. Ni se descompuso tras el 4-0 en contra de Huesca ni se desmelenó tras la clara victoria ante el Levante (2-0) en el Tartiere. Tras la derrota en tierras aragonesas, Hierro se mostró cauteloso y dijo que la goleada podría incluso servirles de acicate siempre y cuando los jugadores hicieran autocrítica junto con él y se comprometieran a no cometer los mismos errores en el futuro y, sobre todo, se conjuraran para evitar dar una sensación de indolencia, o de superioridad (llámese como se quiera) que es es lo que más exasperó a los aficionados azules de la derrota en Huesca.

En principio, tras lo visto el pasado sábado ante el Levante, la plantilla azul llegó de El Alcoraz con la lección bien aprendida, tanto en lo emocional como en lo técnico. Y a la garra, que por lo demás debería ser algo consustancial a la defensa de la camiseta oviedista, se le unió hace siete días el buen juego en algunas fases del encuentro y, también, por qué no decirlo, la suerte en jugadas determinadas y determinantes, la fortuna que seguro que les va a faltar a los jugadores azules en otras ocasiones a lo largo de la temporada. Pero es que eso es el fútbol, lo que le hace imprevisible.

Así y todo, imprevistos incluidos, por supuesto, el Oviedo debe aspirar a tener una mayor regularidad, a ser más constante, a evitar dar una de cal y otra de arena. El equipo está en la parte alta de la clasificación y debe intentar comportarse como tal, como un "grande" de la categoría. La victoria ante el Levante certifica que lo es. Un triunfo de prestigio que debería haber servido a los jugadores para convencerse de que tienen calidad suficiente para aspirar a lo máximo; eso sí, siempre y cuando que actúen con humildad, que se olviden de la prepotencia. Hoy, en Alcorcón, tienen una gran oportunidad para demostrar por segunda semana consecutiva que lo de Huesca es sólo un mal recuerdo y también que lo del Levante no fue algo efímero, sino que va a tener continuidad, al menos, en lo que la tensión en el juego y las ganas se refiere.

Compartir el artículo

stats