Lo que hizo ayer Contador es para las mejores páginas de ciclismo. Alberto se hizo campeón a base de mucho trabajo, sufrimiento y de sobreponerse a las adversidades, incluida la enfermedad (cavernoma) que sufrió en una Vuelta a Asturias a la entrada de Infiesto. Ha mantenido esa moral hasta en su adiós.
Lo dejó probado ayer, aunque el guión lo tenía escrito cuando se encontró fuerte en Los Machucos, tomando tiempo a todos. Luego les puso tensión a los rivales atacando cada día para meterles miedo con arrancadas imprevisibles. Y si encima sale un día de viento, lluvia y por momentos frío en la salida, la moral le creció a Alberto. Todo lo contrario a los adversarios.
La historia de las carreteras asturianas, y en especial el descenso del puerto del Cordal y sus caídas antes del Angliru, era como un gafe de demasiado riesgo y lo supo aprovechar de nuevo Contador para, apoyado en Pantano, seguirle a rueda en la pista deslizante. Ahí sí que hubo pánico, cuando hasta Nibali, David de la Cruz y Marc Soler, que bajan bien, se estrellaron contra el asfalto.
Ante el infierno del Angliru había que coger los cuernos al toro para afrontar solo la parte final. Vaya recital dio Contador de saber sufrir, con todos persiguiéndole para intentar que no acabara en el podio de la general y que no ganara la etapa.
Es cierto que tuvo una ayuda al alcanzar a Enric Mas y de Soler, que tiraron por momentos de Alberto. Eso es cuando unos días antes Contador dijo que ambos deben ser sus sucesores naturales por cualidades y la forma de correr. Ante los elogios de un campeón cualquiera se rinde.
Miguel Indurain era un señor porque buscaba sólo sus triunfos grandes y los parciales se los dejaba de premio para quien menos le molestaba o le había ayudado. Y también Froome ayer fue un señor no metiéndose en la guerra de etapa y felicitándole.
