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Dos en la carrera / Kilómetro 44

La decepción es para dos

Un Sporting en caída libre no pudo superar la primera eliminatoria del play-off

Los dos competidores asturianos acabaron quedándose sin premio. El Oviedo lo había sabido al final de la maratón. Al Sporting, se lo comunicó de forma contundente el Valladolid en la primera eliminatoria del play-off. La temporada termina así con una doble decepción, que se agranda al pensar que la oportunidad que se acaba de perder puede costar mucho más cara en la próxima temporada, a la vista de los equipos que integrarán esa ya de por sí complicada Segunda División.

La fiesta, sólo en la esquina

Al Molinón lo había llenado el domingo la esperanza de celebrar el pase a la siguiente eliminatorio del play-off. Esa ilusión la compartían más de 23.500 seguidores del Sporting y los quinientos del Valladolid agrupados en el corralito de la esquina Nordeste, a los que habría que añadir algunos otros que hubieran podido conseguir entrada para otras zonas del graderío. En los prolegómenos del partido la afición local arrolló a la visitante, llegando incluso al extremo de la descortesía cuando censuró con un abucheo generalizado el saludo que le dirigió el locutor del estadio. Al final del encuentro las cosas habían cambiado por completo. Mientras la esquina vestida de albivioleta exultaba de alegría, el resto del graderío era puro silencio, entre otras razones porque las butacas ni sienten ni padecen ni, mucho menos, se expresan. La mayoría de sus ocupantes las habían ido abandonando en los últimos minutos del partido. Por eso, mientras los jugadores del Valladolid acudían a compartir la satisfacción con sus seguidores, los del Sporting paseaban su desconcierto en el centro del campo sin encontrar de parte de los suyos ningún tipo de complicidad, ni siquiera en forma de una de esas broncas épicas que, a fin de cuentas, son una forma peculiar de expresar cariño.

Atacó el Valladolid

Cualquier asiduo al Molinón sabe cómo la afición rojiblanca suele manifestar su apoyo al Sporting. Llena el campo, se exalta con el himno, para el que ha creado una impactante coreografía, y ovaciona a los jugadores en los momentos previos al partido. Pero luego le cede la iniciativa al equipo. Si lo hace bien, lo respalda. Si no, guarda silencio. En el partido de vuelta de la primera eliminatoria del play-off la afición rojiblanca exhibió de salida, sin embargo, una actitud diferente. En vez de ceder la iniciativa a los jugadores, la tomó claramente ella, como si fuera una hinchada inglesa. Lo aplaudía todo, hasta los fallos. Era un vendaval que intentaba empujar a los suyos a una remontada memorable. Pero no tardó en darse cuenta de que su entusiasmo no encontraba objeto. Una vez más se veía ante la dolorosa tesitura de comprobar que el Sporting no se había transfigurado con respecto al decepcionante equipo de las últimas semanas. Sus intentos de ataque eran precipitados. Y volvió a incurrir en el reciente defecto de defender mal. La primera señal de alarma llegó a los ocho minutos, en el saque de una falta cometida por Isma López, una sorpresa de Baraja en la alineación del Sporting, que no se vio justificada por sus efectos, pues el navarro ni fue eficaz defendiendo ni acertó a asociarse con Jony para potenciar el juego por la banda izquierda. En el saque de esa falta se produjo el hecho insólito de que quedara totalmente solo al segundo palo el supergoleador Mata, algo así como el enemigo público número uno para cualquier defensa de Segunda División. En esa jugada Mata no aprovechó el regalo, pues su volea se marchó muy alta, pero no tardaría en resarcirse. Así, crearía en el minuto 17 una ocasión clamorosa, que Mariño alcanzó a frustrar, al detener el remate de Hervías. Cinco minutos después, Mata culminaba él mismo un contragolpe con un gol en el que la defensa hizo de espectadora de su slalom. Como ocho minutos más tarde Óscar Plano gozaría de una envidiable soledad para intentar el disparo desde muy lejos, con el resultado de que le saliera un cañonazo impresionante, que sacudiría la red de un Mariño que reaccionó tarde, hasta el punto de que en su estirada no llegó a despegar los pies del suelo. La remontada sportinguista, que de antemano era un objetivo difícil, se convertía definitivamente en una quimera. Y lo peor era que los números reflejaban fielmente lo que ocurría sobre la hierba. El Valladolid jugaba. Ocupaba bien el campo, movía con soltura el balón, exhibía recursos individuales y colectivos. Era más rápido, más preciso y más efectivo. El Sporting, en cambio, practicaba un juego ramplón cuyo único recurso de ataque consistía en lanzar desde atrás balones largos y, en general, por arriba, hacia su único delantero, para que luchara siempre en inferioridad. A pesar de ello Santos logró domar dos de aquellos difíciles envíos. De uno, cuando todavía no se había movido el marcador, sacó un pase de gol que no logró aprovechar Rubén García. Del otro, un disparo que dio en el hombro de Masip. Era el minuto 44 y el Sporting tiraba por primera vez entre los tres palos. En un partido en el que supuestamente los locales tenían que haberse volcado sobre la portería contraria, quien había atacado de verdad había sido el Valladolid.

En caída libre

Frente a quienes, un tanto ingenuamente, llegaron a creer que la disputa del play-off haría transfigurarse al Sporting, esta exigente prolongación de la temporada no ha hecho sino confirmar que el equipo mantuvo en ella la sensación de caída libre en que evidentemente se encuentra desde hace varias semanas. No otra cosa se puede decir de un equipo que ha perdido seis de sus siete últimos partidos. El diseño de Baraja ha hecho crisis. El actual entrenador del Sporting no introdujo a su llegada grandes cambios en la alineación, pero acentuó el carácter defensivo del equipo, buscando una mayor implicación de todos los jugadores en esa tarea. El proyecto alcanzó su cenit cuando coincidieron la mayor eficacia defensiva, plasmada en siete partidos sin recibir un gol, y los aciertos individuales de Jony, a veces rayanos en la genialidad, y de Santos. Pero empezó a decaer, cuando ya fuera por bajas sobrevenidas o por merma de la condición física, aparecieron las primeras grietas en la defensa y el creciente déficit de creación de juego no se vio compensado por el acierto excepcional de los atacantes. El equipo de Baraja ha acabado por parecerse al de Herrera, lo que induce a pensar que el principal problema, a pesar de los importantes retoques practicados en el mercado de invierno, radica en la composición de una plantilla que a principios de temporada pasaba por ser una de las mejores, si no la mejor, de la categoría.

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