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Sobre las corridas de toros

La polémica se anularía con una votación que recogiera la opinión de la ciudad

A raíz de la gran polémica surgida en Gijón por las corridas de toros celebradas durante nuestra Semana Grande, deseo efectuar ciertas reflexiones desde el más absoluto respeto a la afición taurina de nuestra ciudad para no herir su sensibilidad; aunque, lo confieso, me resulta difícil comprenderla. Me explico:

Generalmente, el ser humano muestra sensibilidad en relación a sus sentimientos o en su búsqueda de la belleza artística (un poema, un cuadro, una escultura, una sinfonía). Sin embargo, no logro entender qué tipo de sensibilidad se precisa para asistir y poder disfrutar con el sufrimiento y posterior muerte de un toro en el coso taurino. Por consiguiente, tampoco entiendo como los toreros (literalmente, matadores de toros) califican a su profesión como arte que está inmerso en nuestra cultura, por lo que debe ser considerado patrimonio de la hispanidad y denominarse "fiesta nacional": ¿De qué?

Desde luego, no es mi fiesta ni la de un amplio sector de la población española porque, a día de hoy, las corridas de toros suelen generar una profunda indiferencia o, incluso, rechazo: De este modo, en lugar de fiesta nacional existe una polémica nacional, tal como recientemente evidenciaron 1.500 personas frente al gijonés coso de El Bibio.

Analizando el problema en su verdadero contexto, resulta obvio que detrás de los toros existe un auténtico negocio mantenido por el potente "lobby" taurino aunque, según el manifiesto de ANADEL, este sector recibe subvenciones públicas para poder subsistir (si bien, según la Alcaldesa Moriyón, no son de origen municipal) (LNE,16-8-2.015). Así pues, hoy día y salvo excepciones, las plazas de toros españolas no se llenan (en Gijón, la mejor entrada del abono solo alcanzó el 75% del aforo), lo cual difícilmente puede cubrir los gastos generados: Sea por el torero -maestro matador-, los picadores y banderilleros o resto de su cuadrilla; por el ganadero que se lucra criando al toro en su dehesa o por los empresarios de las plazas y los apoderados intermediarios.

A su vez, en este mundo taurino existe un negocio "satélite" (el de la restauración y la hostelería): ¿Qué pasaría en los Sanfermines de Pamplona sin el encierro ni la corrida de toros diaria? Sin duda, se colapsaría toda la economía local dado que, del 7 al 14 de Julio, en Pamplona se recauda casi tanto como en el resto del año (en temporada baja).

Finalmente, el tema de los toros conlleva un componente geográfico (más arraigados en Castilla y Andalucía), otro de tradición (la afición se suele transmitir de padres a hijos) y un componente social (donde los caballeros irían a la plaza para ser vistos o cerrar algún negocio y las damas a lucir su modelito más exclusivo, como en el inglés hipódromo de Ascot). Aún así, considero que el fenómeno de las corridas taurinas es impropio del siglo XXI y que tenderá a desaparecer espontáneamente si las nuevas generaciones reciben una educación más acorde al presente; lo cual, sin duda, pasa por evitar la creación de escuelas taurinas infantiles con su actual diseño y objetivo.

Llegados a este punto, me declaro como firme pro-taurino (a favor de la vida del toro) y detractor de las actuales corridas de toros aunque evito ser beligerante porque, con ello, solo se logrará mayor controversia. Por lo tanto, rechazo cualquier manifestación (como la acaecida en El Bibio) porque genera una indeseada tensión entre las partes.

En su lugar, soy partidario de propuestas constructivas que puedan satisfacer a ambos bandos: La más lógica sería seguir celebrando corridas de toros sin el sufrimiento ni la muerte del toro; en donde el torero mostrase su destrezacon la capa y el toro efectuase una buena dosis de ejercicio hasta ser devuelto a los corrales, sin daño alguno. De este modo, los niños podrían acudir a las corridas de toros sin miedo a que sufran un trauma.

Sin embargo, me temo que esa opción es inviable porque acabaría con la industria del ganadero; algo que nunca permitiría el poderoso "lobby" taurino, siempre muy cercano a los poderes fácticos que maniobran -con discreción- detrás del escenario.

La otra solución (más democrática) consistiría en poder realizar una votación popular en Gijón para que el ciudadano se pronuncie si está (o no) a favor de celebrar corridas de toros en nuestra Semana Grande, sin que el Ayuntamiento tome partido en ello: En este sentido, me llama la atención ciertas declaraciones de un político local del Partido Popular (según se confiesa, con poca memoria) que censura a nuestra Alcaldesa por su ambigua actitud frente a esta polémica cuando, ese mismo día, doña Carmen se había manifestado inequívocamente en favor de la concordia, el civismo y el respeto mutuo; demostrando una neutralidad exquisita como Alcaldesa de todos los gijoneses (dejando a un lado su conocida postura personal) (LNE, 16-8-2.015), por lo cual merece nuestro sincero reconocimiento y apoyo.

En definitiva, esta polémica jamás debería llegar al nivel de conflicto y, a tal fin, pienso que la solución más lógica y democrática pasa por una votación popular que se debería celebrar antes de la Semana Grande del 2016, tal como parece proponer el PSOE local.

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